Para los zapotecas, la muerte tiene un significado importante: se lleva a cabo un ritual para entregar a los cuerpos a la madre tierra, se les llora durante nueve días y se les despide con música de banda que ejecutan las piezas fúnebres.
Ahora la tradición quedó atrás por la pandemia de coronavirus. El primer sepelio fue en soledad.
Cuauhtémoc De Gyves es la primera víctima del COVID-19 en el istmo. Era un trabajador de 65 años, del Hospital General Macedonio Benítez Fuentes, de Juchitán, quien, a ocho días de ser diagnosticado, murió y fue despedido por sus compañeros en un sepelio rápido y fuera de lo que se acostumbra en esta comunidad.
El deceso se registró en el Hospital del ISSSTE de Santo Domingo Tehuantepec, y cerca de las 11:00 horas de ayer fue trasladado frente al Hospital General Macedonio Benítez Fuentes en Juchitán, donde sus compañeros hicieron una guardia en el acceso principal para despedirlo.
Minutos después fue sepultado el Panteón Municipal Domingo de Ramos, sin música, sin sus amigos, sólo con la compañía de un grupo reducido de familiares.
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Atrás quedó el ritual del velorio de cuerpo presente: no hubo flores, ni mezcal, ni café, ni cigarrillos; tampoco sonaron las guitarras y los cantos en zapoteca que acompañan la noche, además no van a hacer novenario, el ritual en el que los deudos ofrecen comida –principalmente atole y tamales– a la población, mientras los familiares aguardan en vigilia en honor al difunto. Los rezos de estos nueve días también serán en solitario.
Leopoldo De Gyves de la Cruz, dirigente de la Coalición Obrera Campesina Estudiantil del Istmo (COCEI), confirmó la muerte de su hermano Cuauhtémoc, quien se desempeñaba como Técnico de Mantenimiento del hospital regional.
El también ex presidente municipal de Juchitán de Zaragoza señaló que esta víctima por el coronavirus debe servir para alertar a toda la sociedad y a los gobiernos sobre la situación de carencia que enfrentan los hospitales.
Los familiares tampoco recibirán de forma masiva velas y flores como marca la tradición para los funerales, ni la música de viento sonará frente a decenas de juchitecos.
Sin embargo, esperarán en octubre al Xandu’, el Día de Muertos zapoteco, para recibir las almas de quienes mueran hasta agosto de este año, pues el viaje al más allá tarda tres meses, según sus creencias, y para esas fechas algunos no habrán retornado.
Desde el 25 de octubre colocan ofrendas, realizan rezos y reparten comida entre la población. Nueve días después, las almas están listas para regresar al sitio donde se encuentran las ánimas, dispuestas a regresar el siguiente año.
DEBE SERVIR DE ALERTA
Leopoldo De Gyves de la Cruz, dirigente de la Coalición Obrera Campesina Estudiantil del Istmo (COCEI), confirmó la muerte de su hermano Cuauhtémoc, quien se desempeñaba como Técnico de Mantenimiento del hospital regional.
El también ex presidente municipal de Juchitán de Zaragoza señaló que esta víctima por el coronavirus debe servir para alertar a toda la sociedad y a los gobiernos sobre la situación de carencia que enfrentan los hospitales, ya que en la mayoría de las unidades no se cuenta con el personal suficiente, se carece de insumos, protección para los trabajadores y medicamentos necesarios.
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“Los que trabajan tienen temor y un justificado temor, tienen razón al resistirse muchas veces a los pacientes con sospechas de tener Covid-19 porque no tienen el equipo de protección adecuado, ese es el otro problema, la falta de medicamentos, la falta de insumos de otro tipo”.
Agregó que “la muerte de Cuauhtémoc no debe ser en vano, que su muerte debe difundirse ampliamente, debe ser un ejemplo para evitar más muertes en esta región del istmo, esa es la lección que nos deja esta experiencia trágica que hoy vivimos como familia y los amigos y compañeros de Cuauhtémoc”, dijo.
Aunque en el registro oficial del corte del lunes 13 de abril unidamente aparecen cuatro personas fallecidas por este padecimiento, este sería la quinta víctima, con un número de 44 casos confirmados y 57 sospechosos, distribuidos en diversas regiones de la entidad Oaxaqueña.
Por José Luis López y Carina García/ Corresponsales
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