FLOR DE CEMPASÚCHIL

Flores languidecen por pandemia

Campesinos en Guerrero y Puebla aún guardan esperanzas de salvar las cosechas de cempasúchil y terciopelo

NACIONAL

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GUÍA FLORAL. Los pétalos de cempasúchil sirven para hacer cadenas, que se usan en las ofrendas. Foto: José Hernández

El color y aroma de las flores de  cempasúchil  y terciopelo son  parte de los símbolos elementales en las ofrendas de muertos y en los arreglos de tumbas en los cementerios los días 1 y 2 de noviembre, pero este año la incertidumbre acompaña a los productores: el cierre de panteones para evitar contagios por COVID-19 ha generado pérdidas, que se podrían acentuar en los próximos días.

En Tixtla, Guerrero, campesinos tienen la esperanza de obtener ingresos económicos, pese a las restricciones. La mayor cantidad de flor la compran las familias para las ofrendas florales a los fieles difuntos, pero "el panorama nos tiene aterrados; la siembra la hemos logrado con gran esfuerzo, invirtiendo tiempo, dinero y meses de trabajo".

Enrique Honorato Orendai, de 70 años de edad, desde hace 50 años cultiva la flor y es la primera temporada que asegura que están a punto de perder la cosecha.

TACTO SUAVE. Terciopelo, es el nombre de la flor roja que también se
usa en los altares para honrar a los muertos. Foto: José Hernández

"Estamos buscando la forma de no tener pérdida total, la medida tomada por las autoridades de cerrar los panteones es razonable para proteger nuestra salud, pero sí nos va afectar; con la llegada de estas fechas nos alegrábamos y en esta ocasión nos entristece porque vamos a tener pérdidas".

En Puebla, desde muy temprana hora, habitantes del poblado de los Reyes Tlanechicolpan empiezan su jornada laboral en los cultivos.

ILUSIÓN. En Puebla, reducen el precio para
atraer clientes; bajan de $70 a $50. Foto: Yadín Xolalpa

Familias de cortadores de cempasúchil se observan en los coloridos campos de la comunidad, que se asienta en las faldas del volcán Popocatépetl. Esperan la temporada de muertos con gran júbilo, pero este año fue distinto: la producción se redujo casi 40 por ciento.

 

Por José Hernández y Yadín Xolalpa