El color y aroma de las flores de cempasúchil y terciopelo son parte de los símbolos elementales en las ofrendas de muertos y en los arreglos de tumbas en los cementerios los días 1 y 2 de noviembre, pero este año la incertidumbre acompaña a los productores: el cierre de panteones para evitar contagios por COVID-19 ha generado pérdidas, que se podrían acentuar en los próximos días.
En Tixtla, Guerrero, campesinos tienen la esperanza de obtener ingresos económicos, pese a las restricciones. La mayor cantidad de flor la compran las familias para las ofrendas florales a los fieles difuntos, pero "el panorama nos tiene aterrados; la siembra la hemos logrado con gran esfuerzo, invirtiendo tiempo, dinero y meses de trabajo".
Te podría interesar
Enrique Honorato Orendai, de 70 años de edad, desde hace 50 años cultiva la flor y es la primera temporada que asegura que están a punto de perder la cosecha.
"Estamos buscando la forma de no tener pérdida total, la medida tomada por las autoridades de cerrar los panteones es razonable para proteger nuestra salud, pero sí nos va afectar; con la llegada de estas fechas nos alegrábamos y en esta ocasión nos entristece porque vamos a tener pérdidas".
En Puebla, desde muy temprana hora, habitantes del poblado de los Reyes Tlanechicolpan empiezan su jornada laboral en los cultivos.
Familias de cortadores de cempasúchil se observan en los coloridos campos de la comunidad, que se asienta en las faldas del volcán Popocatépetl. Esperan la temporada de muertos con gran júbilo, pero este año fue distinto: la producción se redujo casi 40 por ciento.
Por José Hernández y Yadín Xolalpa