A Yazmín, salvadoreña de 30 años de edad, le ofrecieron trabajo bien remunerado en un restaurante. La engañaron. En su lugar la obligaron a cuidar personas secuestradas en Tuxtla Gutiérrez. También la usaban como mula para dejar paquetes de cocaína y mariguana a los clientes.
“Todos los secuestrados eran migrantes y si no les pagaban el rescate los mataban. Alguna vez me obligaron a hacerlo, también me hacían ir a dejar la mercancía a distintos puntos y alguien me vigilaba”, relata.
“Lo más triste era cuando los taxistas llevaban a niños, niñas y jovencitas centroamericanas para venderlas. Lo mínimo que pagaban era 50 mil pesos por cada uno”, cuenta a El Heraldo de México.
El lugar tenía la fachada de una cocina económica, pero al fondo empaquetaban y acomodaban la droga, recuerda. Cuando le salía algo mal, la encargada del comercio la golpeaba con la hebilla de un cinturón.
Nunca la prostituyeron porque “no les servía”. Yazmín tenía cuatro meses de embarazo cuando la reclutaron y después de dar a luz escapó, pues ya habían ofertado a su hija en 200 mil pesos.
Para el Centro de Dignificación Humana, más de dos mil migrantes posiblemente son víctimas de trata tan sólo en Tapachula.
De acuerdo con la Fiscalía General de Chiapas (FGE), desde la creación de la Fiscalía de Trata de Personas en 2009 se han iniciado 633 carpetas de investigación, por las que 336 personas han sido detenidas, 87 sentenciadas y 785 auxiliados.
Jimena, orginaria de Honduras, es otra mujer que relata cómo llegó a trabajar a un bar hace dos meses para conseguir dinero y seguir el camino a Estados Unidos; sin embargo, ahora no sabe cómo salir de ese lugar, debido a que hay seis cámaras que vigilan sus pasos.
Junto con ella, hay una docena de mujeres jóvenes que se pasean en vestidos cortos.
En bares, centros nocturnos del soconusco, costa, centro y altos de Chiapas, la oferta y demanda del sexoservicio se ha concentrado en hondureñas, salvadoreñas y nicaragüenses.
Por Jeny Pascacio
lctl
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