El brillo dorado de sus uñas conserva un delicado manicure sobre sus dedos delgados y sus manos delicadas que se enfundan en guantes de obrero. Su rostro maquillado, discretamente con sombras, rímel y labial, se cubre con una careta. Esta jornada será tan dura como la de ayer para Lupita Silverio. Ella es soldadora.
"Yo trabajaba en una fonda y me pidieron venir acá para trabajar en mostrador. Hacía de todo: notas, facturas, era como una secretaria", explica Silverio García.
Una serie de eventos cambió su posición en el trabajo. “A veces el cliente se enojaba porque no estaba listo lo que había encargado, luego los compañeros me presionaban más y me decían: 'si no está, hazlo tú, a ver si puedes', eso me dio coraje y pensé: ¿cómo no voy a poder?'".
Hoy, Lupita trabaja soldadura TIG, que es a base de tungsteno; MIG, a base de acero metálico con gas o la soldadura autógena, que se realiza por combustión.
La ahora experta es soldadura también es mamá. “A veces me traigo a mi hija y juega a que está soldando. Es muy motivador ver que sueñe ser como yo".
"Hombres y mujeres dicen que una mujer no puede, pero yo digo: 'si él puede, yo puedo'", recalca.
Por Katya López
De oficina, al trabajo pesado
