Miles de abejas ayudan a mantener la flora y fauna, y regalan miel pura en el desierto de Ciudad Juárez, Chihuahua, donde la apicultora Sonia Esparza Castro lucha por su preservación.
“Si las abejas nos cobraran por cada litro de miel, cada litro costaría como 10 mil pesos. Además de que las abejas ayudan mucho a la floración. Aquí, en una zona árida, con poca agua, con la polinización de las abejas las hortalizas pueden aumentar hasta 50 por ciento”, destacó la habitante de Samalayuca, que exporta también calabacitas a Japón.
Esparza Castro comenzó el trabajo con el considerado “ser vivo más importante del planeta”, hace casi tres años, al descubrir un negocio en el que vendían miel que no era pura, por lo que decidió capacitarse y aprender el trabajo con las abejas y la producción de miel, jarabe de propóleo y bálsamo natural para labios.
“A mí me interesa que se enseñe más gente, que aprendan más. Aquí hace falta que aprendan a conocer la miel pura y que le ayuden al desierto.
"Además, sabemos que a nivel mundial hay un descenso de abejas, porque hay enfermedades como la varroa –que es una especie de pulguita–, por la contaminación y por los agroquímicos que están matando a las abejas”, lamentó.
Para prevenir las enfermedades utiliza humo con orégano, lo mismo que para trabajar con ellas, ya que las tranquiliza para que no ataquen tan fuerte, explicó.
Ella trabaja en el desierto de Samalayuca, a 50 kilómetros de Ciudad Juárez, entre la sierra, las dunas, una zona de petrograbados y las hortalizas.
En Samalayuca, a partir de enero las abejas comienzan a invernar, por lo que se les que da de comer; la mayoría los alimentan con agua y azúcar, pero ella les da plátano toda la temporada.
Cada colmena es una familia de abejas, donde hay sólo una abeja reina, explica al encontrarla dentro de una de las cajas. Se trata de una abeja alimentada únicamente con jalea real desde su nacimiento, por lo que es más alargada que su cuerpo y sus alas son más largas.
“Si ellas dejaran de existir, muchas frutas y verduras desaparecerían”, destacó la apicultora al invitar a la población a que no las mate cuando las vea, ya que, dijo, “es muy difícil que ataquen, porque lo que ellas andan buscando es agua o comida”.
POR LUNA MARTÍNEZ / CORRESPONSAL
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