Ixtlahuaca. “Cuando despertamos ya estaba ahí la pinche lumbre. Si van ahorita, van a ver la cruz que dice: 'que descanse en paz’. Eran cuatro, pero los otros tres escaparon”, recuerda don Francisco Reyes, vendedor de fritangas, quien vive a 500 metros de un ducto de Pemex donde la constante es el ir y venir de los huachicoleros.
Este vendedor, quien relata cómo es vivir en esta región del Estado de México, considerada por el gobierno federal como un foco rojo del huachicoleo, recuerda que esa madrugada -hace dos meses- cuatro personas escarbaban la tierra en la comunidad agrícola de San Pedro de los Baños, pero no supieron picar el ducto y explotó.
Mientras prepara con limón unas papas fritas que le pide un vecino que asiste al evento del presidente Andrés Manuel López Obrador, sigue perplejo con la tragedia en Tlahuelilpan, Hidalgo, pues sabe del peligro que representa estar extrayendo combustible.
Incluso, le tiene cariño a ese ducto, pues hace 35 años, cuando se hizo el trazo, fue velador de la obra y desde esa época comenzó a ahuyentar huachicoleros.
“Nos hemos organizado, por eso ya se calmaron los huachicoleros”, dice, y agrega que le tomará la palabra al Presidente y denunciará cuando se estén robando el combustible.
Y es que los huachicoleros no sólo roban gasolina o diésel. Don Frígido Simeón Padilla, quien es campesino en el ejido de Tixmadeje, en Acambay, dice que también se llevan ganado y las herramientas que usan para labrar su tierra.
“Se han perdido muchas cosas en la casa: ganado, caballos, borregos. Yo he sufrido mucho esos robos”, narra.Isabel Rosas, madre de familia, también está en contra del huachicol, pero ella prefiere no meterse en problemas denunciando, pues teme represalias contra su familia. Dice que la solución está en la educación de la casa, donde se aprende que el esfuerzo es el único camino para la prosperidad. Ella está aquí porque quiere conocer los programas para estudiantes, pues tiene una hija que necesita estudiar. Por Francisco Nieto jrr