La década de los 60 vivió una era de división y conflictos maniqueístas. Mientras en el verano de 1961 se fragmentaba Europa con la construcción del Muro de Berlín, en nuestro país inició la creación de otra barrera, invisible, pero severa, que no se construyó con base en concreto y hierro, sino con los cimientos de la ideología conservadora, era el MURO mexicano: el Movimiento Universitario de Renovadora Orientación.
En esta semana del movimiento que sacudió a nuestro país en 1968, uno de los momentos más complejos ocurrió el 8 de septiembre, cuando la Coalición de Organizaciones para la Defensa de los Valores Nacionales y el MURO se manifestaron de la Basílica de Guadalupe a la Plaza México.
Participaron estudiantes con pancartas y campesinos con lemas anticomunistas. Aunque el otoño de 1968 destacó por la unidad estudiantil que superó la enemistad académica entre la UNAM y el IPN, e incorporó a instituciones como la Universidad de Chapingo, la Escuela Nacional de Maestros o la Escuela Normal Superior de México, no todos los estudiantes seguían la tendencia.
El ritmo estudiantil de México se movía tal como los vaivenes mundiales de la Guerra Fría, que oscilaban entre el azul capitalista y el rojo comunista; así también, el MURO se escudó en el lado azul, a la defensa de un México sin iniciativas soviéticas.
El MURO nació por la ultraderecha mexicana, como extensión de El Yunque, cuyas estrategias fueron ejecutadas por los estudiantes, como grupo de choque.
René Capistrán García –un sinarquista adiestrado por los jesuitas, quien en 1925 era presidente de la Asociación Católica de Jóvenes Mexicanos–fue el principal impulsor de la creación del MURO, regido por las ideologías totalitarias de líderes como Francisco Franco, Augusto Pinochet, y del presidente de México, Gustavo Díaz Ordaz.
La primera muestra del “brazo” del MURO se dio el 26 de julio de 1961, en los festejos conmemorativos por el segundo aniversario del triunfo de la Revolución Cubana, en Ciudad Universitaria, donde el grupo conservador quemó una efigie de Fidel Castro frente a la Escuela Nacional de Ciencias Políticas y Sociales.
Si el gremio de izquierda, organizado en el Consejo Nacional de Huelga, era considerado por los conservadores como un grupo conflictivo, la ultraderecha tenía también a integrantes belicosos.
Meses antes de la etapa más álgida del movimiento estudiantil, el marzo de 1968, José Manuel Peredo Crespo fue encarcelado, acusado por robar casi dos mil expedientes de la UNAM; lo liberaron en junio de ese mismo año, se hizo eclesiástico y creó la orden de Los Cruzados de Cristo Rey.
Además, en 2002 el ex secretario de Gobernación Jorge Carpizo hizo público que María de la Luz Lima –quien en ese año fue subprocuradora de la Procuraduría General de la República– integró un grupo de ultraderecha y que, siendo estudiante en la Escuela Nacional Preparatoria No. 6, hurtó un portafolio de un obispo progresista que entregó a su agrupación, que se intuyó era el MURO.
El periodista Manuel Buendía documentó a 12 líderes que integraron este grupo: Ramón Plata –también fundador de El Yunque–, Manuel Díaz, Federico Muggenburg, Luis Pazos, Fernando y Emilio Baños, Luis Coello y Víctor Sánchez Steinpreis, hoy catedrático de la Universidad Popular Autónoma del Estado de Puebla.
La ideología y fuerza del MURO representaron el miedo para los padres de los estudiantes.
La invisible, pero franca división que marcó el ritmo de la juventud, con remanentes hasta la actualidad.
Por Katya López