Las mujeres se ponen los pantalones

Aunque en número eran menos, su valor, arrojo y compromiso eran iguales. Las mujeres del Movimiento Estudiantil de 1968, estudiantes, hermanas, madres y esposas, comprometidas con la causa y asoladas por su lucha, casi anónima. “Fui una participante, como miles de mujeres más. Trabajaba, atendía a mi bebé y me involucré en la política. Mi madre, mi marido y dos compañeros más formamos una brigada informativa, porque era indispensable que el pueblo supiera la verdad: no éramos agitadores. Queríamos cambiar la vida”, recuerda Eufrosina Rodríguez, de 81 años de edad, quien en ese entonces era docente y se involucró de lleno en el Movimiento. En 1968 sólo una de cada cinco estudiantes era mujer, pero Eufrosina recuerda el incremento continuo de ellas en el Movimiento.  
Hacíamos nuestras impresiones en casa. Mi madre sacaba a mi hijo, que tenía meses de nacido y en su carriola llevaba propaganda que metía debajo de las puertas de las casas, nosotros repartíamos en mercados o paradas de camión”, recordó.
  La participación de ellas fue creciendo con el paso de los días, hasta formar un grupo equilibrado en los momentos críticos.  
Al principio eran muy pocas. Los líderes del Consejo Nacional de Huelga eran (casi) todos hombres y una sola mujer: ‘La Tita’ Rodríguez, pero al 2 de octubre entre los estudiantes, ya iban 50 y 50 por ciento”.
  Muchas de ellas, en esfuerzos anónimos y solidarios. “Lo que vi en Tlatelolco fueron actos valientes de hombres y mujeres”, comentó Arcelia Ramírez, quien asistió a todas las marchas de aquel verano, cuando era estudiante, incluida la tarde del 2 de octubre.  
Hubo mujeres muy valientes, como la que nos abrió las puertas de su casa, con su bebé en brazos, para protegernos de las balas. Había estudiantes tirados en el suelo para estar a salvo de las ráfagas”, recordó Ramírez con voz entrecortada.
  “Los muchachos se portaron a la altura: se levantaron para que nos protegiéramos las mujeres, sabiendo que podían morir; las balas pegaban contra todo, ¡agujeraban la pared! Ahí vi actos auténticamente heroicos”, agregó quien hoy es psicoterapeuta, y hace 50 años se encausó en la lucha con su hermana gemela, Beatriz. La noche del 2 de octubre, hombres y mujeres estudiantes fueron detenidos y llevados al Campo I del Ejército, todos padecieron, sin miramientos. Se involucraron madres, hermanas, esposas e hijas, todas con una causa: la justicia social y su apoyo a los estudiantes. Se manifestaron en un mitin que avanzó desde el Monumento a la Madre, hasta el Congreso de la Unión.  
Las mamás hicieron esa marcha y ¡fue increíble! Fueron a donde estaban los diputados a protestar. ¡Gritaban consignas en apoyo a sus hijos! Tal vez por amor, por justicia, y porque quizá también eran un poco oprimidas”, considera Rodríguez Trejo.
  Pese a su propia opresión, fueron valientes; pese a los prejuicios de su causa, lucharon; pese a no grabar sus nombres en la historia, su esfuerzo anónimo abrió un camino que sigue vivo, y aunque se olviden sus nombres, que nunca muera su lucha; que hoy sean ellos quienes se sumen a una causa latente y dolorosa: la igualdad, la seguridad, la libertad de ser mujer y de estudiar. LA MUSA EFÍMERA Alcira Sous Scaffo se convirtió en una leyenda del movimiento. Aunque era extranjera, fue una comprometida luchadora. Tal fue su impacto, que el escritor chileno Roberto Bolaño escribió su historia en 'Los Detectives Salvajes', representada por Auxilio Lacouture y también la inmortalizó en 'Amuleto'. La poetisa uruguaya llegó en los 60 a Pátzcuaro, Michoacán, tras conseguir una beca del Centro de Cooperación Regional para la Educación de Adultos en América Latina y el Caribe. Se trasladó a la CDMX a estudiar muralismo con Rufino Tamayo. Estudió poesía y tuvo trabajos temporales en la Escuela de Filosofía y Letras. Regaba plantas, podaba pasto y dormía en cafeterías. Trabajó por honorarios y destinaba dinero para imprimir sus poemas y repartirlos en marchas y juegos de americano. Una tarde de septiembre estaba en el baño en la Torre de Humanidades I cuando escuchó disparos: era el Ejército que entraba a CU. Temía que la encontraran y la deportaran. Se ocultó en los baños por más de una semana, sólo tomó agua de la llave y comió trozos de papel. “Me subía a la taza y ponía el seguro para que al entrar no vieran a nadie”, le dijo alguna vez a Ruth Pez, trabajadora de la UNAM. Cuando el Ejército salió, un profesor la encontró en un estado de salud delicado. Pasó casi un mes en el hospital. En la UNAM fue conocida como 'La Maga'. Fue una de las principales figuras del infrarrealismo, fundado en 1960. Alcira tuvo participación activa en diversos movimientos estudiantiles, cayó enferma, y cuando sus amigos ya no podían costear sus tratamientos, regresó a Uruguay; en junio de 1988 llamó a México para avisar que se había recuperado. Falleció a los 74 años, en 1997.   Por KATYA LÓPEZ 
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