De pronto, los jóvenes ya no estaban solos. Tampoco su voz. Los silenciosos de antaño activaron una nueva conciencia, porque eran sus hijos los que estaban cambiando el mundo como lo conocían.
La clase obrera, sindicatos, ferrocarrileros, electricistas, campesinos, maestros y médicos engrosaron las venas y músculos de los brazos en lucha de un movimiento que tomaba cada vez más fuerza ante un gobierno y un sistema que ya les quedaba chico.
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Por REDACCIÓN EL HERALDO DE MÉXICO