ESPINAZO, NL. A la entrada de esta localidad solía haber una gasolinera, una tienda de autoservicio y una oficina en el segundo piso. Un oasis en el vasto desierto neoleonense. Ahora sólo quedan vestigios de aquel inmueble. Ya no hay bombas, ni rastro de los logotipos de Pemex. Sólo queda un anuncio carcomido por el sol, a un costado de la carretera.
Desde hace más de una década Espinazo dejó de ser recordada como el hogar del mítico curandero, El Niño Fidencio, y se convirtió en territorio de narcotraficantes.
Por esa carretera viajó ayer el candidato José Antonio Meade, como parte de su gira de tres días por el noreste del país. Partió desde Monclova, con destino a Matamoros, Tamaulipas.
A pesar de contar con el resguardo del Estado Mayor Presidencial, Meade prefirió pasar la noche en Monterrey, una ciudad situada a la mitad del recorrido de seis horas, y continuar su camino hacia Tamaulipas hoy.
Desde el inicio de la guerra contra los cárteles de la droga, en el sexenio de Felipe Calderón, viajar de noche por las carreteras de Tamaulipas se ha convertido en una actividad altamente peligrosa, ante el riesgo de asaltos y secuestros por bandas del crimen organizado.
Son estos grupos criminales los que pretende combatir el candidato del PRI, aunque sabe que no podrá desaparecerlos. Meade planteó un objetivo más modesto:
Reducir (la operación de los cárteles) a los estándares de los países desarrollados”. “México no debiera de tener una circunstancia de inseguridad diferente de la que tiene el promedio de la OCDE. Y hoy, sin duda, estamos muy por arriba”, reconoció el abanderado de la coalición Todos por México.A pesar de que admitió un repunte en los índices delictivos durante los últimos dos años de la actual administración federal, Meade responsabilizó a los gobernadores de afiliación panista y perredista. POR LUIS ALONSO PÉREZ