GUADALAJARA. En el periodo de precampañas, los aspirantes a gobernador en ocho estados, y a jefe de Gobierno en la Ciudad de México, gastaron 50 millones 529 mil pesos, recursos que equivalen al costo anual de 705 estudiantes de nivel superior o mil 69 alumnos de bachillerato de la UNAM.
Los precandidatos que más gastaron son José Yunes Zorrilla, del PRI, en Veracruz; Alejandra Barrales, de la coalición Por la Ciudad de México al Frente; Salomón Chertorivsky, del PRD en la CDMX; Mikel Arreola, del PRI en la CDMX; Miguel Ángel Yunes, del PAN en Veracruz, y Enrique Alfaro, de Movimiento Ciudadano en Jalisco.
Llama la atención el caso de Enrique Alfaro Ramírez, quien al iniciar su precampaña, el 3 de enero, ofreció austeridad.
“Voy a recorrer todo Jalisco con un banco, nada más (...) vamos a mandar un mensaje de esperanza, de austeridad, porque México no está para derroches en campañas”, pero no fue así.
Pese a no competir con nadie más por la candidatura, Alfaro Ramírez se posicionó como uno de los precandidatos más caros a las gubernaturas del país. Gastó 3 millones 148 mil pesos, 70 por ciento del tope establecido por el Instituto Nacional Electoral (INE).
Los informes entregados al Sistema Integral de Fiscalización del INE, con corte del 8 de marzo, reflejan que los ocho candidatos a una gubernatura –sin considerar a la CDMX– gastaron 31 millones 357 mil pesos y el emecista están en el tercer lugar al haber empleado 10 por ciento de esta cantidad.
Está sólo por debajo del entonces precandidato a gobernador de Veracruz, por la alianza PAN-PRD-MC, Miguel Ángel Yunes Márquez, quien gastó 3 millones 362 mil pesos y de José Francisco Yunes Zorrilla, aspirante al cargo en esa misma entidad, por el PRI, con 4 millones 927 mil pesos empleados.
Para el académico de la Universidad de Guadalajara, Antonio Elvira de la Torre, las precampañas en Jalisco representaron una simulación de procesos democráticos porque la mayoría de las institutos políticos tuvieron aspirantes únicos.
Es una situación grave que propicia el alejamiento y la saturación de los electores por la exposición desmedida de los políticos en mítines o mensajes de radio y televisión, cuando sólo deberían dirigirse a su militancia.
POR FÁTIMA AGUILAR / CORRESPONSAL
