El pianista de la Sierra Rarámuri

Ciudad Juárez.- Romeyno Gutiérrez Luna recorre el mundo vestido siempre de gala: con un calzón de manta, un camisón tan azul como el cielo tarahúmara y un pañuelo rojo en forma de corbata. El rarámuri que a los cinco años comenzó a tocar el piano en la sierra de Chihuahua se convirtió en el primer pianista indígena de América Latina. Y, orgulloso de su etnia ha llevado su música a distintas ciudades de México, Estados Unidos y Europa. A sus 31 años sigue estudiando música, apoya a su comunidad con la mitad de sus ganancias y sueña con conquistar los principales escenarios del mundo. Pero su historia comenzó cinco años antes de su nacimiento en la comunidad de Retosachi, donde llegó el músico e investigador estadounidense Romayne Wheeler, quien decidió quedarse a vivir entre las montañas. Ahí conoció al violinista Juan Gutiérrez, quien al tener al primero de sus 10 hijos con Regina Luna, decidió llamarlo Romeyno, como símbolo de la amistad que había nacido entre dos culturas por medio de la música. Los primeros recuerdos de Romeyno son de cuando tenía cinco años y jugaba entre la tierra atrás de su casa, hasta donde llegaban las notas de música clásica que lo hacían ir todos los días hasta una ventana, desde la que veía el hombre de piel blanca sentado al piano.  
“Yo escuchaba la sonata de Beethoven, de ahí creo que yo agarré el gusto de la música en el piano. Él (Wheeler) decía que siempre había un niño ahí mirándolo ensayar y se le hacía muy curioso que estuviera tantas horas mirándolo. Y él lo llevó al piano para ver qué podía hacer con ese niño. Y la sorpresa fue que el niño tenía un oído muy desarrollado… el niño traía música por dentro”, recuerda el ahora estudiante de la Facultad de Artes en la Universidad Autónoma de Chihuahua (UACH).
https://youtu.be/Ko33AsvOpYQ Para los raramuri, la música es sinónimo de alegría, “siempre estamos felices… Yo con la música trato de llevar algo de alegría a través de mis manos”, asegura quien con sus notas agradece por la vida. Pero llegar a ser conocido como el embajador musical de los raramuri no fue fácil para el integrante de una comunidad que, según el último conteo oficial, no superaba los 100 habitantes, y que se caracteriza por ser muy reservada.  
“Poco a poco he ido rompiendo esas barreras por haber salido fuera de mi comunidad. La comunidad de nosotros es algo libre que nosotros tenemos. Nosotros no manejamos lo que es el dinero, no manejamos lo que es reloj, no manejamos lo que es la presión de tus jefes… siempre somos libres. A veces siento que nomás vine para aprender todo lo malo, que tengo que vivir bajo presión del reloj, a contratiempo”, confiesa.  
Romeyno cambió la libertad de su comunidad por la emoción que siente cuando toca un piano, por los latidos que llenan su corazón bombardean de pasión su mente, los dedos sobre las teclas y los pies que ejecutan los pedales con sus tradicionales huaraches de llanta.  
“La música es una emoción inmensa, que lo que más deseo es poder transmitirla al público. Cuando no tocas tres, cuatro días, estas inquieto, es parte de uno ya el piano”, asegura el hermano de nueve violistas y guitarristas, y quien hace unas semanas dio por primera vez un concierto con público de su comunidad y sus padres a un lado.  
Por: Hérika Martínez Prado/ Corresponsal
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