"Para mí el hiyab es como un escudo protector", dijo a El Heraldo de México, Salma, una niña musulmana de 10 años que vive en México, quien no sale de casa sin su velo. "Aunque en la calle los niños me llamen terrorista y en la escuela me digan monja, me siento muy orgullosa de ser musulmana".
El Islam es la segunda religión con más adeptos en el mundo; también una de las más estigmatizadas, y en México no es la excepción, según cifras del Inegi, hay más de 111 mil musulmanes en nuestro territorio.
Muhhammad Ruiz, un mexicano convertido al Islam y padre de Salma, que dirige el Centro Salafi de México, dijo que 80 por ciento de los 111 mil musulmanes que hay en nuestro país son mexicanos.
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Foto: Bernardo Coronel[/caption]
En más de la mitad de la República mexicana hay un lugar para oración. En Guadalajara, Monterrey, Cancún, entre otros, dijo Ruiz a este diario.
Salma, quien ya usa el velo islámico o hiyab a pesar de que este es sólo obligatorio a partir de la adolescencia en esa religión, aseguró ser una verdadera seguidora del Islam.
Foto: Bernardo Coronel[/caption]

"Mi padre me dice que tengo un pensamiento islamizado, para mí el Islam significa paz, creer en un sólo Dios, y no caer en tentaciones, adicciones, drogas, alcohol… todo eso está prohibido""Mis amigos se burlan porque yo no puedo celebrar mi cumpleaños, y cuando me discriminan siento como si fuera a explotar, pero luego les explico que tenemos una fiesta sagrada que se llama Eid -al-Fitr donde nos dan regalos a todos los niños", dijo, sin dejar de aclarar, que su nombre significa "pacificadora". Luego se fue a jugar. Sara, otra menor de 12 años e hija de Hafsa Gasamans, también explicó: "nosotras las musulmanas no podemos estar haciendo tanto escándalo en el mundo. Yo siempre voy acompañada cuando voy por la calle, y meterme al Islam fue lo mejor que pude haber hecho en mi vida. [caption id="attachment_210241" align="alignnone" width="1024"]

"Me gustan mucho las reglas. No hay falta de respeto, todos somos iguales. En el Islam tratan a las mujeres como si fueran joyas preciosas, con delicadeza, no nos pueden pegar; porque eso se castiga en el infierno. Con el Islam he aprendido a tener una conducta mejor, y mi velo, me ayuda mucho para eso".Sara tiene claro que bajo su religión podrá casarse, cuando cumpla 14 años, con un hombre que la elija y ella acepte. "En mi religión ningún hombre fuera de mi familia nos puede dar un beso en la mejilla. Le voy a deber todo el respeto a mi esposo". "Nosotras no podemos acostarnos boca abajo, tatuarnos, hacernos ninguna cirugía estética, porque estarías modificando una parte del cuerpo que Alá nos regaló", explicó la pequeña sin dejar de mirar a Hafsa, su mamá, quien a su vez admitió que el cambio de hábitos para sus hijas ha sido difícil.
"Nos han tocado ataques verbales en la calle, y el rechazo de mi familia de sangre cuando me convertí"."Se requiere mucho valor para llevar una vida tan estricta. No me siento oprimida como musulmana. Debemos cuidar nuestra forma de vestir, siempre de negro, sin mostrar brazos, piernas, tenemos reglas para bañarnos, para comer, para rezar", explicó la mamá de Sara. "Los maestros les preguntan a mis hijas por qué llevan el hiyab, pero no se los pueden prohibir. Ellas van a escuelas públicas donde hay libertad de culto, y son ellas mismas quienes se lo explican a los maestros", concluyó Hafsa, nombre árabe que significa "mujer fuerte". POR CRISTINA PÉREZ-STADELMANN