Han pasado 17 años y la primera fuga de Joaquín El Chapo Guzmán sigue generando polémica y poniendo en duda la versión oficial que afirma que el líder del cártel de Sinaloa se escapó dentro de un carrito de lavandería.
A casi dos décadas de ese 19 de enero de 2001, libros, documentales, series televisivas y medios de comunicación han construido distintas narrativas de la primera fuga del narcotraficante más buscado, quien ya supera el protagonismo y la popularidad que tuvo el colombiano Pablo Escobar.
El Chapo y las andanzas de los líderes del crimen organizado, como Amado Carrillo, El Señor de los Cielos o Narcos, que trata de la vida de Pablo Escobar, están inmersos en la cultura del entretenimiento, reinterpretando episodios de la vida real y generando millones de dólares.
En El Chapo, una serie de Netflix, se ve al narcotraficante escapando vestido de policía, luego de prefabricar un motín en el interior del penal de Puente Grande, en Jalisco, considerado de máxima seguridad.
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Incluso, la serie televisiva deja ver que el sinaloense, además de sobornar custodios, directivos y funcionarios del gobierno federal, reúne —al salir de reclusión— a los líderes de los distintos cárteles del país para crear La Federación. Esta alianza entre narcotraficantes buscaba pacificar al país y delinear zonas de tráfico controladas por los distintos grupos criminales. Todo con la anuencia y supervisión del propio gobierno mexicano, pero pronto llegó a su fin ante las pugnas del cártel de Sinaloa con los hermanos Arellano Félix, antiguos aliados de El Chapo. Otra versión de esa primera fuga apunta a que Guzmán Loera —con ayuda de cómplices— se disfrazó de mujer, con el objetivo de burlar los filtros de seguridad del penal, incluso esta interpretación sostiene que el narcotraficante se probó más de 20 pelucas. Vestido con una falda larga, peluca rubia y lentes de sol, El Chapo habría salido de la cárcel jalisciense, para refugiarse en la sierra sinaloense. Estas dos formas de explicar su escape contrastan con las memorias del general Mario Arturo Acosta Chaparro, quien supuestamente habría tenido una conversación con el capo, como interlocutor entre el gobierno de Felipe Calderón. En esa supuesta charla, Joaquín Guzmán habría confesado que en enero de 2001 no hubo disfraces de por medio, ya que simplemente le abrieron la puerta del penal y así logró huir. Por Iván Ramírez y Francisco Nieto