Daniel y Carmen forman una pareja que desde el jueves 21 vive en el albergue habilitado en la Casa del Peregrino, en la delegación Gustavo A. Madero. La casa que rentaban en Norte 45 y Poniente 136, en la colonia Vallejo, se vino abajo.
“Desde que llegamos hemos sido bien atendidos por la encargada. Desayunamos café, pan, huevos, cereal. Alimentos no nos faltan. Comemos y cenamos bien. Vienen también enfermeras y psicólogas a atendernos”, relata agradecido.
Sentado junto a su esposa en la entrada del lugar, Daniel desconoce si es sujeto de algún programa de apoyo.
Perdimos todas nuestras pertenencias y papeles, no tenemos nada”, exclama.En la Casa del Peregrino, donde suelen llegar cientos de guadalupanos, así como los camiones que los transportan, hay por ahora sólo ocho personas: además de Daniel y Carmen, otros seis damnificados desayunan, comen, cenan, pernoctan, se asean, viven en este amplio espacio ubicado a medio kilómetro de la Basílica de Guadalupe y a 300 metros de la sede delegacional. “La encargada de aquí tiene todo en orden. Alimentos, dormitorios limpios y con cobijas suficientes. Los baños están limpios y hay agua caliente”, reconoce Carmen. Relata que aunque el albergue no es centro de acopio, mucha gente ha acercado todo tipo de víveres.
La encargada (nadie sabe o dice su nombre) toma sólo lo que necesitamos y lo demás pide que se envíe en dónde se necesite. Acá somos muy pocos”, refiere.Otra huésped es María Cárdenas, misionera llegada desde California, quien viajó desde Jiquilpan, Michoacán, donde ayudaba a víctimas del crimen organizado. En la CDMX quiso prestar auxilio a víctimas del temblor pero su intención no ha sido bien canalizada, además, no tiene dinero para volver a casa.
Quiero ayudar a las personas mayores, charlar con ellas, darles un poco de atención y alivio espiritual”, confiesa en un español pausado y solvente.