ACOXPA
A Silvia se le cayó el mundo segundos antes que el puente peatonal que se vino abajo frente a su auto, en Periférico sur. Conducía cuando inició el terremoto y recuerda que los carros delante y al lado chocaban.
Ella siguió un poco más hasta que escuchó en la radio que la escuela Enrique Rébsamen, en Acoxpa, se derrumbó, junto con lo que le quedaba de temple. Estacionó y abandonó el coche en la lateral y vio, en seguida, cómo se desmoronaba el puente. Pero para entonces su vida había colapsado. Sus dos hijos, una de kínder y uno de tercero de primaria, estaban ahí.
Cuando llegó al lugar, donde ya trabajaban los trascabos, una amiga le enseñó a sus dos pequeños. La historia de su salvación es tan inexplicable como el hecho de que temblara dos veces con casi la misma magnitud en la misma ciudad y en la misma fecha.
“Mi hijo, de 7, dice que sintió algo y fue a ver a su hermanita al kínder; la sacó del salón cuando les comenzaba a agarrar el temblor”, narra Silvia.
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El milagro lo confirma su amiga, en entrecortada entrevista apenas acabó de consolar a un padre y madre que sacaron el cuerpo de su hija.
“¡Es mi única hija; tengo tres, pero ella era la única nena!”, se dolía el padre.
En esta escuela, al sur de la ciudad, se derrumbó uno de los dos edificios que la componen.
El ala del laboratorio de computación, donde estaban todos los alumnos del 2º A, colapsó por completo. Hasta arriba del edifico estaban los salones de secundaria. Una de las misses y Silvia explican: las escaleras se rompieron y no pudieron bajar.
Todo aquí es caos ordenado. Gritan los vecinos, quienes tomaron el control de la emergencia por encima incluso de la Policía y el Ejército. Son sus hijos, son sus vecinos, son sus damnificados y, si es el caso, serán sus muertos. Así que nadie, que ellos no permitan, los va a ayudar. Pero el auxilio es eficiente. Y la solidaridad permite seguir.
“Si saliendo de aquí, tienes señal, ¿le mandas la ubicación a mi esposo? Gracias”, pide Silvia.
LA DEL VALLE
Óscar Estrada se apura a echar en un carrito de supermercado los jugos y aguas que lleva. Se pone la faja de esfuerzo y se acerca a la fila para acarrear escombros. Está casi yerto en la esquina de Edimburgo y
Eje 5 Sur. A unos metros, donde Escocia hacía esquinas con Edimburgo y con Gabriel Mancera, se esfumó el ángulo recto. Dos edificios colapsaron. Hay gente atrapada. Hasta las 3 de la tarde de este 19 de septiembre, habían sacado dos personas con vida, lo cual insuflaba el ánimo.
Vecinos forman líneas para sacar en baldes los escombros, recipientes que luego algunos regresan corriendo hasta el inicio de la columna. Llegan las ambulancias, las patrullas, pero ya todo está organizado.
Dicen algunos vecinos, en corrillos, que casi nadie salió de sus viviendas cuando se escuchó la alerta sísmica. Entre que hace 13 días sonó esa alerta y fue una llamada en falso, entre que 12 días atrás hubo un sismo que se sintió muy fuerte y no pasó nada, y entre que ayer mismo en la mañana era el 32 aniversario del terremoto de 1985 y hubo simulacro con alerta a las 11 de la mañana, pocos salieron de
esas casas.
UH TLALPAN
El tráfico fue cerrado en Viaducto Tlalpan, unos 500 metros antes del Metro Taxqueña.
La unidad habitacional que lleva ese nombre vio caer dos edificios.
Hacia las 8 y media de la noche, vecinos del lugar seguían moviendo escombros esperando hallar gente.
Aquí hay fugas de gas y no dejan que nadie use el celular. Reporteros incluidos, los meten a la fila de acarreo de escombros mientras los fotógrafos y camarógrafos son inyectados en las masas de concreto a hacer su labor. Hay aplausos: sacaron a uno más.
En todos los puntos del recorrido, la señal más esperada del grupo de voluntarios es cuando comienzan a subirse los dos puños cerrados.
Significa silencio. Todo mundo atiende y calla.
Puños cerrados que anteceden buenas o malas noticias… pero noticias al fin. Saber de los seres queridos, sea cual haya sido su destino en éste, por segunda ocasión trágico, 19S es mejor que la angustia muda.
Se cierran los puños y la gente calla… luego rompe en aplausos, lágrimas, bocanadas de polvo, tragos de agua de botellas compartidas… “¿alguien comió, ya comieron?”; eso no importa ahora.
Lo que importa es que toda la ciudad, y su gente, está con los puños
cerrados, y en alto. ¡Viva, México! Vive México.