La comunidad de Laguna Larga podría no ser la única desalojada del Petén en Guatemala; dentro de las áreas protegidas de la Sierra del Lacandón y Laguna Del Tigre de los municipios de San Andrés, La Libertad y Las Cruces, en el departamento de Petén, habitan más de 30 comunidades amenazas con enfrentar un posible desalojo por parte de las autoridades guatemaltecas, así lo denunció en entrevista para El Heraldo de México el director del refugio para personas migrantes La 72, Ramón Márquez.
“Hay aproximadamente de 25 a 35 comunidades en la región del Petén que han sido amenazadas, directa o indirectamente, por el gobierno de Guatemala con ser desalojadas”. Tal es el caso de La Mestiza que se ubica a cinco kilómetros de la frontera con México en el estado de Tabasco.
Ramón Márquez visita constantemente estas comunidades; él vive en Tabasco y viaja a diario a Campeche para proveer de alimentos a los guatemaltecos ahí varados.
Márquez es testigo de las precarias condiciones en las que viven las 416 personas instaladas en la franja fronteriza entre Guatemala y Campeche. El pasado 2 de junio la comunidad Laguna Larga se enteró de que el gobierno de Guatemala los echaría de esas tierras, un día antes del des- alojo decidieron adelantarse y huir por la noche con dirección al norte, hacia México.
Uno de los mayores reclamos de Ramón Márquez, es que las instituciones estatales que realizan los desplazamientos forza- dos, sólo echan a las personas, no a las petroleras.
“Las compañías petroleras nunca han enfrentado una amenaza así cuando son ellos quienes destruyen las zonas ambientales y explotan sus recursos", no las personas. En septiembre del año pasado la agencia Centro de Medios Independientes (CMI) de Guatemala informó que estas comunidades decidieron vivir en la zona de reserva ecológica desde mucho antes de aprobarse la Ley de Áreas Protegidas en 1989, misma que prohíbe habitar en esta zona.
Las prácticas de desalojo no son nuevas para los guatemaltecos, en 2009 la policía echó a la comunidad Centro Uno ubicada en la Sierra Lacandón.
Por Samantha Nolasco