Connacionales deportados, tratados peor que delincuentes

Los connacionales deportados de Estados Unidos viven un viacrucis antes de llegar a México, desde el momento que son aprehendidos, pasando por malos tratos en los centros de detención, hasta llegar esposados al país. Los migrantes detenidos son enviados a México en alguno de los tres vuelos semanales que están programados los días lunes, martes y jueves, los cuales llegan a alguno de los 11 puntos fronterizos acordados. Todos viajan custodiados y esposados de pies y manos durante el trayecto. Así lo vivió Luis Fernando Ortiz, de 22 años de edad, quien llegó el pasado 24 de enero a la Ciudad de México después de permanecer 12 años en el país vecino y que fue detenido cuatro días después de que Donald Trump asumiera la presidencia de Estados Unidos. Durante el Foro Agenda: New Comienzos, el joven narró que antes de  llegar a México pasó por tres centros de detención de inmigrantes, ubicados en Wisconsin, Louisiana y Nuevo México. “Siempre que vas a salir de un centro, vamos amarrados todo el tiempo con esposas en las manos, cadena alrededor de la cintura y sujetado de los pies”. Cuenta que a los oficiales poco les interesa el estado de salud de los migrantes, pues había adultos mayores con problemas y que requerían de un bastón para apoyarse al caminar, pero “a ellos no les importa”. En el último centro de detención permaneció una semana en el territorio estadunidense, donde sólo le revisaron la presión y después lo encerraron en un cuarto grande, con todos los que iban a subir al avión. “Te empiezan a llamar por lista y, dependiendo el nivel de seguridad de cada uno, te esposan y te van llamando para abordar el autobús que te lleva hasta el aeropuerto. Incluso vamos esposados desde que sales hasta que pisas suelo mexicano”; al llegar, les retiran los aditamentos que sujetan sus manos, pies y cintura. “Al entrar al aeropuerto nos dan una bienvenida muy cálida y nos ofrecen apoyo, incluso para llamar a algún contacto”, puntualiza Luis Fernando. Cada semana, de acuerdo con autoridades del Gobierno de la Ciudad de México, los cerca de 400 migrantes deportados encuentran el respaldo de autoridades locales y federales a través del apoyo para regularizar su situación migratoria, un albergue temporal o el traslado al destino nacional que ellos elijan. Ilegalidad, el mayor crimen El joven llegó desde los 10 años de edad a la ciudad de Kentucky, Estados Unidos, y cursó sus estudios hasta el nivel medio superior. Él realizaba su trámite de Acción Diferida para los Llegados en la Infancia (DACA, por sus siglas en inglés), una de las iniciativas impulsadas por el expresidente Barack Obama para frenar la deportación de jóvenes indocumentados. Sin embargo, Luis Fernando explica que un día hubo un pleito en su casa y los vecinos llamaron a la policía para verificar la situación. “Antes de retirarse me pidió mi identificación y número de Seguro Social, pero no los mostré porque no contaba con ellos”. En ese momento, el oficial le indicó que se diera vuelta para colocarle las esposas y llevarlo al primer centro de detención de inmigrantes, localizado en Wisconsin. “El único crimen que había cometido era estar ahí ilegalmente, sin papeles”, lamenta. Acota que él llegó en primera instancia al condado correspondiente y su proceso legal duró al menos siete meses, lo cual no le garantizó obtener la protección del programa DACA, incluso pese a que su exesposa es americana. Las autoridades norteamericanas le indicaron que su situación podría tardar otro tiempo similar, sin tener la seguridad de obtener la residencia anhelada. “Entonces preferí la deportación y la juez firmó los documentos para la deportación”, refiere. Al ser cuestionado sobre cómo era la vida dentro de un centro de detención, explicó que todo era muy diferente a como lo había mirado por televisión, pues “darte un jabón para bañarte tarda hasta cuatro días”. También nos limitan la comida y los oficiales te maltratan con insultos, groserías y burlas. “A mí me tocó estar al lado de una celda con un recluso que había matado a siete personas, cuando yo no había cometido ningún crimen”. Expone que el desayuno era a las 5:30 horas y enseguida podía salir a hacer ejercicio, caminar o convivir para después volver a ser encerrado para la comida. “En el primer centro, donde pase más de cinco meses, pasaba 23 horas detrás de las rejas”. En la celda eran 12 personas y debían compartir el baño y dos mesas pequeñas; la comida era dada por una ventanilla e inmediatamente la cerraban. “Sólo teníamos derecho a salir una hora para bañarnos y hacer una llamada”. Luego de que la juez aprobara la deportación, el proceso de retornó de Luis tardó 45 días, cuando la indicación era sólo dos semanas. La coordinadora del programa “Somos Mexicanos” del Instituto Nacional de Migración, Dalia Gabriela García, explica que los mexicanos en situación de retornó llegan a 11 puntos fronterizos del país: Tijuana y Mexicali, en Baja California; Rio Colorado y Nogales, Sonora; Ojinaga y Ciudad Juárez, Chihuahua; Piedras Negras y Acuña, Coahuila, y Nuevo Laredo, Reynosa y Matamoros, Tamaulipas. Luego de arribar, indica, lo connacionales son trasladados a sus localidades de origen o dónde decidan por vías áreas o terrestres con apoyo de los gobiernos receptores. “Ellos son quienes deciden que les conviene más”, apunta. Este domingo varios connacionales deportados se reunieron con autoridades, tanto de la capital mexicana como del gobierno federal, para exponer los problemas que enfrentan al arribar a la Ciudad de México. Entre ellos está el excanciller Jorge Castañeda y la titular del Instituto de los Mexicanos en el Exterior, Eunice Rendón; además de los titulares del Instituto de la Juventud y de la Secretaría del Trabajo de la Ciudad de México, así como de los institutos nacionales de Migración (INM) y para la Educación de los Adultos (INEA). Por Notimex
Temas