Karla inicia su rutina del día intentando espantarle un poco el sueño a su hija Odai. Mientras ella se mete a bañar, Guadalupe, o Tita —como a la niña le gusta llamar a su abuela—, les prepara el almuerzo y el lunch antes de que se vayan al trabajo y a la guardería, respectivamente.
Tita se encarga, también, de peinar a Odai, acompañarla hasta el carro y acomodarla en el asiento trasero del auto y todos los días se despide de ellas mientras salen.
Karla Berenice Martínez, su hija, tiene 39 años y es asesora en estrategias de inversión en una casa de bolsa. Ella es una de las 40.6 millones de mujeres en edad productiva de entre 15 y 65 años de edad que hay en el país, de acuerdo con el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi). Además de que pertenece al 43.9% de ellas que tiene o busca trabajo.
Es madre soltera y desde hace seis años vive con su madre, Guadalupe, de 63 años de edad, una mujer divorciada y quien le ayuda con labores domésticas y el cuidado de su hija Liah Odai.
Su historia como un equipo comenzó hace cinco años cuando se enteró que estaba embarazada. Karla vivía sola y no tenía trabajo y a la primera persona que recurrió fue a su mamá.
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Al poco tiempo encontró trabajo, pero sólo lo tuvo durante tres meses ya que la despidieron, afirma, cuando se enteraron que estaba embarazada.
“No tenía pareja en ese momento, no era una relación estable, por eso decidí regresar a la casa de mis padres”, recuerda.
Su madre se convirtió en su soporte principal, incluso durante el parto.
“Literal, ella fue quien cortó el cordón umbilical de mi bebé”, dice.
Hasta que Odai cumplió seis meses, Guadalupe trabajaba como terapeuta ocupacional en asilos para adultos mayores, mientras que Karla se mantenía en casa para cuidar a su hija. Después, comenzó a trabajar de nuevo bajo otra dinámica.
Ayudarle a su hija no ha impedido que Guadalupe, con varios años de experiencia en terapia física, siga ejerciendo su profesión. Actualmente trabaja cuatro horas diarias, dos días a la semana, el tiempo restante lo emplea en cuidar de su nieta y administrar la casa donde viven las tres.
Desde entonces, Karla ha mantenido un trabajo estable con la confianza de que el bienestar de su hija está al cuidado de su abuela.
“Es muy raro que yo les diga en el trabajo, tengo a la niña enferma o voy a llegar tarde porque en ese aspecto tengo el apoyo de mi mamá. Eso me permite tener energía, pensar en proyectos y buscar otros tipos de negocio. Y ella siempre está dispuesta a ayudarme”, sostiene.
[caption id="attachment_5971" align="aligncenter" width="1024"] Guadalupe. Foto: Edgar López[/caption]
Un par de brazos y ojos extra
Había pasado apenas un mes desde que Celia Mejía había dejado su trabajo para disfrutar de su jubilación, cuando su hija Gabriela Garduño le dijo que estaba embarazada.
Unos meses después y tras un embarazo de riesgo, llegó Valentina y la necesidad de integrarse al mercado laboral llevó a Gabriela a apoyarse en su madre.
“De cambiar números y ver balances, a estar en casa, pasé a cambiar pañales y a ver el balance de mi refrigerador, fue un cambio muy diferente, pero hermoso”, cuenta Celia contadora jubilada de 60 años de edad y quien desde hace tres ayuda a cuidar a su nieta mientras su hija trabaja.
Gabriela forma parte de ese 35% de las mujeres mexicanas que, de acuerdo con el Inegi, trabajan, tienen hijos y que son poco más de 17.4 millones de mujeres.
Ella comenzó a trabajar hace tres años, cuando le llegó una oportunidad laboral como publirrelacionista que no pudo rechazar, pero que implicaba dejar de dedicarle todo su tiempo a su hija.
Su trabajo le da la libertad de no estar en una oficina todo el tiempo, sin embargo, tiene la desventaja de tener que trabajar largas horas y de improviso, por lo que se apoya en su madre para que cuide de su hija.
“Yo sé que la tiene mi mamá y en mejores brazos no podía estar. La verdad es que en ese aspecto el apoyo de mi mamá ha sido muy valioso —explica Gabriela—. Si tengo que trabajar decirle: ‘oye mamá se va a quedar contigo hoy porque no sé a qué hora voy a regresar’”.
La dinámica familiar entre Celia, Gabriela y Valentina es de convivencia diaria, como si la pequeña tuviera dos madres ya que su abuela las acompaña a todos lados, ayuda con su cuidado y hasta en sus ingresos familiares.
“Cuando sale también de la escuela mi mamá me hace el favor de llevarme y las dos vamos por ella, como si fuéramos papá y mamá, pero somos abuelita y mamá. Estamos al pendiente de la niña y es un equipo de tres mujeres fuertes y le echamos ganas”, explica Gabriela.
Cada una tiene su casa, pero si Gabriela tiene que trabajar, Celia se hace cargo de Valentina: llevarla a la escuela, darle de comer, cuidarla mientras su madre no está para que ella no tenga la preocupación de dónde dejarla.
“La experiencia que las abuelas traemos, pues nos la da los años. No hay nada en la vida que no sea con base en las vivencias. Hay que dejar una huella, primero en nuestros hijos y luego en nuestros nietos”, explica Celia.
Radiografía femenina
- 61.4 millones de mujeres hay en México, que representan el 51.4% de la población.
- 17.1 millones (el 27.8%) ejerce su maternidad sin pareja.
- 1.2 millones (el 6.5% de las que ejerce si maternidad sin pareja) son madres solteras.
- 31.9 millones (el 51.9%) se encuentra en edad fértil de entre 15 y 49 años.
- 21 años es la edad promedio en la que tienen a su primer hijo.
- 1.7 hijos tienen en promedio las mujeres en edad fértil.
- 10.5 millones de ellas (el 33.1%) no tienen hijos.
- 40.6 millones de mujeres (el 66.1% de la población de mujeres) está en el rango de edad productiva de entre 15 y 64 años de edad.
- 16.5 millones de ellas (el 43.9%) tienen trabajo o están en busca de uno.
- 12.9 millones ellas (el 78.7% u 8 de cada 10) trabaja en el sector de servicios.
- 11 millones de mujeres en edad productiva (el 66.9%) son subordinadas y tienen un sueldo.
- 6 de cada 10 mujeres dejan de trabajar cuando nace su primer hijo.