Las calles se han convertido en sus hogares. Desde hace casi dos meses, habitantes de Juchitán viven para resguardar el poco patrimonio que rescataron de entre los escombros.
La ayuda para ellos aún no llega, pese a que viven a unas cuadras del palacio municipal.
Reyna de la Cruz, sus cuatro hijos de 29, 11, 9 y 5 años, además de su nieta de cinco meses, viven en la desgracia. La casa ubicada sobre la calle Adolfo C. Gurrión, en la quinta sección, quedó en ruinas tras el sismo del 7 de septiembre.
Desde aquella noche sacaron de los escombros algunos muebles, trastes y ropa. Adaptaron con lonas una casa provisional que quedó dañada tras las fuertes ráfagas de viento de los últimos días.
Los albergues no son opción para ellos, “hay un chingo de gente” y no quieren perder los muebles que resguardan como un tesoro, pues doña Reyna dice que le costó estar varios años bajo el sol vendiendo pescado para conseguir el dinero. Las mujeres se quejan de los delincuentes y la falta de policías. Su único guardián es un perro que por las noches aleja a cualquier desconocido.
Su madre de 80 años ha sido adoptada por sus vecinos; duerme y se baña en ese hogar. En la calle vive Teresa, su hija embarazada de cinco meses y su yerno.
“No nos iremos de aquí. Aquí nací, crecí y aquí me moriré”, advierte la señora entre lágrimas y asegura que de las autoridades la ayuda sigue sin llegar.
“Ya nos dieron la tarjeta, pero hasta no ir al cajero y ver el dinero, no les creo nada”, agrega.
El sábado, personal de la Sedatu y Bansefi iniciaron con la entrega de tarjetas con fondos para la reconstrucción de viviendas; pasaron 51 días para que los habitantes de esta comunidad pudieran recibirlas.
De acuerdo con el censo levantado por la Secretaría de Desarrollo Agrario, Territorial y Urbano, Juchitán fue una de las zonas más afectadas por el sismo; en total 14 mil 918 de las 22 mil 205 viviendas tuvieron algún desperfecto, es decir, 6 de cada 10 hogares.
Hasta hoy lunes podrán activar la tarjeta y hacer uso de los recursos, pues las sucursales Bansefi únicamente atienden de lunes a viernes.
“Duele mucho tener que pedir ayuda y regresar sin ella”, asienta molesta, Verónica Cruz, quien espera ansiosa desde hace semanas el dinero. Le urge comprar unas láminas de fierro para poder dormir en el patio de su casa.
Los primeros días se quedó con su madre, su tía y sus pequeñas de 10 y 6 años, y una de 9 meses, en la calle; pero sus vecinos en la quinta sección les han permitido dormir en su cochera, junto con otras cinco personas.
La desesperación invade a las familias que siguen en las calles, que si bien son menos, aún viven desamparadas. La ayuda aquí, sigue lenta.
Por Ricardo Ortiz.
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Ahí mismo, con las mismas lonas, apartaron un espacio donde se bañan. Uno de los vecinos les da agua y otro les permite ingresar al sanitario.“Yo quisiera que viniera la máquina a sacar los escombros y ahí quiero hacer un campamento para vivir con mis hijos, porque para construir una casa no es de un día para otro. Eso es lo que yo quisiera, construir aunque sea una galerita”, cuenta la madre soltera.Hace una semana acudió un grupo de personas con maquinaria para derribar su hogar. El trabajo quedó inconcluso y prometieron volver al día siguiente para sacar los escombros, pero la familia aún sigue esperando.

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"Anoche había un hombre que se quería acercar, pero ya le dije a mi perro, que sea un gato o humano debe ladrar. Es nuestro guardián por las noches”. A unos pasos, sobre la misma calle, está la familia López. Ellos han tenido más suerte; ahora cuentan con una casa de campaña, pero este “lujo” les llegó hace a penas tres días. Antes tuvieron que sobrevivir debajo de una lona, que después de algunos días de viento y lluvia quedó desecha. “A los tres o cuatro días, un señor se apiadó de nosotros y nos regaló una lona más grandecita, pero de los lados el aire entraba re duro. Nos dieron unas colchonetas, pero cuando llovía se mojaban y mejor nos que- damos en unas sillas y así nos quedamos, como pajaritos dormimos sentados”, relata doña Teresa, una mujer de 50 años.
