Ante la predicción de un alza de contagios de COVID-19, el presidente Joe Biden lanzó ayer un plan para frenar la expansión de la variante Ómicron, cuyo objetivo es poner dosis de refuerzo de la vacuna y reglas más duras para quienes ingresen al país.
Las medidas incluyen el requisito de que todos los visitantes internacionales entrantes se sometan a una prueba de coronavirus un día antes de volar. Esto se aplicará a todos los viajeros, tanto estadounidenses como extranjeros, independientemente de su estado de vacunación.
Para los paseantes nacionales, Biden alista la ampliación de la obligación de utilizar mascarillas en los aviones, trenes y otros medios de transporte público hasta mediados de marzo.
La portavoz de la Casa Blanca, Jen Psaki, dijo a los periodistas que las pruebas y los requisitos de vacunación podrían añadirse eventualmente también a los vuelos nacionales. "Nada está fuera de la mesa", dijo.
El aluvión de medidas pretende, en parte, asegurar a los estadounidenses que Biden está haciendo todo lo posible para evitar que la pandemia haga descarrilar la impresionante recuperación económica de Estados Unidos y las fiestas de fin de año.
Biden y sus asesores han subrayado repetidamente en los últimos días que no se volverán a producir cierres masivos.
Ayer, un nuevo caso de la variante Ómicron fue detectado en el estado de Minnesota, en una persona que había estado en Nueva York, pero que no había viajado recientemente al exterior, lo que indica que Ómicron ha comenzado a transmitirse de manera local.
"Esta noticia es preocupante, pero no es una sorpresa", dijo el gobernador de Minnesota, Tim Walz, en un comunicado, elogiando los esfuerzos de secuenciación genómica y pruebas de virus de su estado. La transmisión comunitaria en Estados Unidos era algo esperado por los epidemiólogos.
PAL