El Papa Francisco celebró el domingo de la Divina Misericordia, en la Iglesia del Spirito en Sassia de la capital italiana, de forma privada como lo ha venido realizando por la medidas sanitarias por la pandemia del coronavirus, Francisco dijo:
“En esta fiesta de la Divina Misericordia el anuncio más hermoso se da a través del discípulo que llegó más tarde. Sólo él faltaba, Tomás, pero el Señor lo esperó. La misericordia no abandona a quien se queda atrás”.
El Papa Francisco recordó que hoy es el vigésimo aniversario de la canonización de la Hermana Faustina Kowalska, donde el Papa a través de su homilía habló que a pesar de que ya había pasado una semana de la resucitación del Señor, los discípulos no lograron convencer a Tomás de esto, a lo que el Señor volvió a estar con ellos diciéndoles, “Paz a vosotros” (Jn 20,19.26). Volvió a empezar desde el principio. La resurrección del discípulo comenzó en ese momento, en esa misericordia fiel y paciente, en ese descubrimiento de que Dios no se cansa de tendernos la mano para levantarnos de nuestras caídas”.
El Obispo de Roma continuó su mensaje explicando que Tomás, al poder tocar las heridas de Jesús, se dio cuenta de lo que ÉL sufrió.
“En esas heridas tocó con sus propias manos la cercanía amorosa de Dios. Tomás, que había llegado tarde, cuando abrazó la misericordia superó a los otros discípulos; no creyó sólo en su resurrección, sino también en el amor infinito de Dios e hizo la confesión de fe más sencilla y hermosa: “¡Señor mío y Dios mío!” (v. 28). Así se realiza la resurrección del discípulo, cuando su humanidad frágil y herida entra en la de Jesús”
Francisco puso de ejemplo todo esto por el momento que vive el mundo con la pandemia del coronavírus, enfatizando que puede golpear más duro otra pandemia, la del egoísmo.
“Ahora, mientras pensamos en una lenta y ardua recuperación de la pandemia, se insinúa justamente este peligro: olvidar al que se quedó atrás. El riesgo es que nos golpee un virus todavía peor, el del egoísmo indiferente, que se transmite al pensar que la vida mejora si me va mejor a mí, que todo irá bien si me va bien a mí”.
“Pero esta pandemia nos recuerda que no hay diferencias ni fronteras entre los que sufren: todos somos frágiles, iguales y valiosos. Que lo que está pasando nos sacuda por dentro. Es tiempo de eliminar las desigualdades, de reparar la injusticia que mina de raíz la salud de toda la humanidad”.
Al final de la misa, al salir de la iglesia el Papa Francisco se acercó a los periodistas y fotógrafos que se encontraban para obtener alguna imagen de él del día, para saludarlos y agradecerles su labor.
Por Pablo Esparza
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