Los compañeros de tripulación de Jozsef Szaller no se detenían a pensar en su ausencia debido a que acostumbraba no asistir a la cena del Carnival Breeze, un crucero en donde se vivieron las condiciones de la pandemia por COVID-19.
Szaller aprovechaba los descansos para fumar en la cubierta del crucero o beber vodka, lo que fuera por salir de la rutina del encierro. El joven ingresó al trabajo en enero, pero la pandemia frenó las actividades de esta industria.
Tras la suspensión de viajes a mediados de marzo, Carnival y su competidor Royal Caribbean Cruises, realizaron la repatriación de los vacacionistas en vuelos fletados. Sin embargo, los trabajadores de la tripulación no tuvieron la misma suerte.
Cientos de trabajadores tuvieron que permanecer en altamar durante meses. Se sentían prisioneros en este lugar, ya que no había nada por hacer.
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Sin sistema de monitoreo
El 9 de mayo, los compañeros de Szaller se dieron cuenta que había perdido sus controles de temperatura y no se le había visto desde días anteriores.
Algunos fueron a buscarlo, pero al llegar a su cabina, la puerta estaba bloqueada con algo muy pesado. Después de algunas insistencias lograron ingresar solo para ver el cuerpo de Szaller azul, con una mancha de sangre en su camisa y un cinturón atado en su cuello.
Joszef Szaller tenía 28 años. Su familia demandó a Carnival alegando que esta empresa obligó al joven a permanecer dentro de su cabina por largo tiempo sin monitoreo.