Qassem Soleimani estaba en la mirilla, tanto de Washington como de Jerusalén, por su rol protagónico en la actividad armada desestabilizadora de Irán en la región.
Soleimani había alcanzado una relevancia e independencia tal que no daba informes a nadie más que al líder supremo de Irán.
Era el artífice de toda la actividad armada fuera de territorio iraní, y en los dos últimos años, muy especialmente de la desplegada en Siria e Irak . Era el planificador de los grandes operativos y el contralor de los más pequeños detalles. Organizó grandes atentados, ataques con misiles y drones hacia Israel —que fueron frustrados por la defensa aérea—, así como también el ataque masivo con drones meses atrás a las instalaciones petroleras en Arabia Saudita.
Fueron reivindicadas en primera instancia por las milicias chiitas pro iraníes que operan en la zona, pero quedó claro después que la idea y la orden habían sido del propio Soleimani.
Fue él también quien aprobó el intento de apoderarse de la embajada de EU en Bagdad. No obstante, su muerte no significa que Irán vaya a quedar paralizado.
POR JANA BERIS
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