Michael Graveley es el fiscal del condado Kenosha, en el estado de Wisconsin, y como tal es actor y parte de uno de los casos mas complicados y desagradables de la actualidad.
Es uno de esos casos donde se mezclan problemas de género, de raza y de pobreza; uno en el que la víctima fue también victimaria, y viceversa.
Después de todo, la oficina de Graveley demoró al menos en detener, encarcelar y presentar cargos contra un pedófilo y traficante de menores conocido y comprobado, aunque ahora en cambio conduce la acusación de asesinato contra una joven afroestadounidense que hace dos años, cuando tenía 17, mató precisamente a ese personaje de raza blanca, que la drogó y violó.
Chrystul Kizer prendió además fuego al cuerpo de Randy Volar, de 33 años, que guardaba un álbum con las fotografías y tenía filmaciones de su interacción sexual con ella y poco más de 60 mujeres de color tan jóvenes como 12 años de edad.
Graveley asegura que su oficina trabajaba con la policía local para armar el caso contra Volar y había solicitado más información, que le fue proporcionada el mismo día que se encontró el cuerpo de Volar.
Pero la información publicada en la prensa estadounidense indica que Volar había sido arrestado y liberado sin fianza en febrero de 2018; el asesinato cometido por Kizer fue en junio de ese año y ella alega que fue en defensa propia.
El tema completo es por demás sórdido. La joven y ahora asesina acusada efectivamente se anunció en una red social que permitía el contacto entre adolescentes necesitadas de dinero y posibles "benefactores".
Fue así como a los 16 años conoció a Volar, que no sólo le pagó sino que la drogó, la retrató, la filmó y la llevó a un "mercado" de clientela más amplio.
Pero la joven presumió antes del crimen que tendría pronto un vehículo de lujo, que luego se supo era el de su presunto explotador.
El caso no es bonito. Ni los villanos claramente delineados. Lo cierto es que mientras la oficina del fiscal demoró en hacer su caso contra Volar, a pesar de que fue detenido y luego liberado, no parece haber tardado en el caso Kizer.
Cierto: se trata de un asesinato al parecer premeditado. Es difícil discutir eso.
Pero al mismo tiempo Kizer, ahora de 19 años, tiene de entrada todas las desventajas: pobre, mujer, negra.
De hecho, sus defensores alegan que "Chrystul Kizer es una sobreviviente encarcelada del tráfico que es acusada y puede pasar la vida en prisión por actuar en defensa propia contra su traficante".
El caso no parece tan claro, pero evidencia que aún en los países más socialmente avanzados –o al menos eso se cree de EU– persisten las desventajas de género, raza y clase social.
El caso de la joven Kizer pudo haberse dado en una infinidad de otros países, con variantes importantes presentes –religión, pero no raza, por ejemplo– pero casi siempre con género y condición social en la mezcla.
Según cifras oficiales, entre enero y septiembre de 2019 hubo 2,833 mujeres asesinadas en México, pero menos de 750 fueron consideradas como feminicidios.
El tráfico y prostitución de menores no sólo es un problema presente sino en aumento, de acuerdo con un informe del grupo ECPAT al Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas, en 2018.
Y puede apostarse a que como en Estados Unidos, también aquí estén presentes todas las agravantes: raza, género y situación socioeconómica.
Por José Carreño Figueras
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