El Papa Francisco presidió las primeras Vísperas de la Solemnidad de María Santísima Madre de Dios, dentro de la Basílica de San Pedro, y al final de éstas, se expuso el Santísimo y se hizo sonar el himno “Te Deum” junto con la Bendición.
Fotos: Pablo Esparza
Durante la homilía, Francisco se refirió a la cruz como el “nuevo árbol de la vida” donde el “poder de Dios atraerá a todos hacia él”.
“Y también la Madre de Dios, que bajo la cruz es la dolorosa, está a punto de extender a todos los hombres su maternidad. La Madre de Dios es la Madre de la Iglesia, y su ternura materna alcanza a todos los hombres.
El Santo Padre expresó que Dios cuando quieres hacer nuevas todas las cosas a través de su Hijo, “Él no comienza desde el templo, sino del vientre de una pequeña y pobre mujer de su pueblo. Es extraordinaria esta elección de Dios! No cambia la historia a través de los poderosos hombres de las instituciones civiles y religiosas, sino de las mujeres de la periferia del imperio, como María, y de sus vientres estériles, como el de Isabel”.
Se refirió a todas las personas que Dios elige a los pequeños y pobres que habitan en la ciudad, “Él los elige, los inspira, los motiva a la acción, los hace solidarios, los anima a activar redes, a crear vínculos virtuosos, a construir puentes y no muros”.
El Papa Francisco afirmó que la humanidad esta destinada a encontrarse con los demás, “y a escuchar su existencia, de su grito de ayuda. Escuchar ya es un acto de amor, tener tiempo para los demás, para dialogar, para reconocer con una mirada contemplativa la presencia y la acción de Dios en sus vidas”.
Al final de la celebración, el Papa se dirigió a la Plaza de San Pedro para visitar el pesebre que se encuentro bajo el obelisco, saludando a los fieles que se encontraban reunidos.
Por Pablo Esparza
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