La trayectoria independiente, poco ortodoxa y dramática de James Comey podría perseguir a Donald Trump, el presidente que lo despidió como director del FBI.
En ese cargo, Comey habló con candor y elocuencia inusuales sobre el trabajo de su oficina, una y otra vez obligado por lo que él describió como sus convicciones fuertes. Esa combinación de cualidades puede volver a atormentar a Trump.
La expulsión de Comey anunciada el martes, mientras el FBI dirigía una investigación sobre la coordinación entre Rusia y el equipo de campaña de Trump, plantea el potencial de que el hombre _definido durante mucho tiempo por su estilo independiente, deseoso de resistirse a los protocolos e incluso con cierto gusto por lo dramático_ pueda resurgir para refutar públicamente los intentos de la Casa Blanca para desprestigiarlo.
"Él no es tímido y tiene una enorme brújula moral", dijo el ex director adjunto del FBI Jim Yacone. "Sobre todo, querrá ver que se sepa la verdad".
La reputación de Comey como defensor de la independencia ya se conocía antes de su llegada como director del FBI. Así se manifestó durante un enfrentamiento en una sala de hospital en 2004 con otros funcionarios del gobierno de George W. Bush sobre un programa nacional de vigilancia. Fue un momento en la historia que él contó tres años después a una audiencia cautivada en el Congreso.
Al frente del FBI, se adelantó ocasionalmente a los mensajes del gobierno de Obama o incluso se apartó de la Casa Blanca por completo, proyectándose en debates fuertes de política pública.
El gesto de la reputación de Comey más evidente y más perjudicial ocurrió el verano pasado, cuando hizo un anuncio público inusual de que el FBI no recomendaba cargos penales contra Hillary Clinton en relación con una investigación de servidores de correo electrónico.
El anuncio se hizo durante una conferencia de prensa que se convocó sin la aprobación del Departamento de Justicia, se desvió de protocolo estándar y llevó a críticas sobre la certeza moral de Comey a sus inclinaciones de ir solo en ciertos temas.
Los demócratas lo criticaron por ello y por su decisión igualmente poca ortodoxa de alertar al Congreso justo antes del día de las elecciones presidenciales, de que el FBI estaba revisando una investigación que ya estaba cerrada.
Junto con la independencia mostrada por Comey durante sus casi cuatro años como director, hubo una apertura inusual sobre el trabajo que realiza el FBI.
En un discurso durante el que citó las letras del musical "Avenue Q", Comey declaró que Estados Unidos estaba en una encrucijada en cuestiones de raza y de policía. Dijo que las minorías en barrios pobres a menudo heredan un "legado de delincuencia y prisión" mientras que los agentes en esos mismos barrios pueden tomar "atajos mentales perezosos" al tratar con situaciones sospechosas.
Comey declinó una invitación a declarar el martes durante una audiencia a puertas cerradas de una comisión del Senado y no quedó claro cuándo hablará públicamente, pero se han conocido algunas partes de su versión de los hechos.
Según una persona cercana al exdirector del FBI, Comey dijo que en enero Trump le pidió durante una cena que le prometiera lealtad. En lugar de eso, Comey le ofreció honestidad.
Cuando Trump le pidió entonces una "lealtad honesta", Comey le dijo que tendría eso, agregó el allegado de Comey, quien habló con The Associated Press bajo condición de no ser identificado a cambio de revelar conversaciones privadas. La Casa Blanca ha puesto en duda esa caracterización.
El despido causó conmoción dentro del FBI, donde en general Comey era respetado y elogiado por su liderazgo. Andrew McCabe, quien fue asistente de Comey y es actual director en funciones del FBI, dijo a un panel del Senado que Comey disfrutaba de un "apoyo amplio" dentro de la agencia.
Aunque aún no se sabe lo que planea hacer Comey de ahora en adelante, es poco probable que se retire de la vista pública.