Para el psicoanálisis, el síntoma representa un aviso, una comunicación inequívoca de un conflicto. Los síntomas pueden ser manifestaciones físicas, psíquicas o presentarse como dificultades repetitivas en una relación o en determinadas situaciones.
Escuchar al síntoma, darle nombre, darle voz, es tarea indispensable para que no se agrave, no se modifique y se traslade a otro canal de comunicación que puede resultar más peligroso, como puede ser el cuerpo.
Un síntoma es una comunicación de que hay algo que debemos revisar, conocer, dar cuenta, explorar.
Los síntomas se presentan de muy diversas maneras: puede ser en el cuerpo con un dolor, una enfermedad, una manifestación de que algo no anda bien. Si lo ignoramos o lo adormecemos sin escuchar lo que nos quiere transmitir, éste se agravará y puede convertirse en algo crónico o de muy difícil solución.
De ahí que el mejor camino es el de reflexionar sobre su origen. Pensar ¿porqué me está ocurriendo esto a mí? y no atribuirlo sólo a la casualidad o a la mala suerte.
En ocasiones resulta más sencillo ignorar al síntoma y seguir como si nada pasara. Lo malo es que si no lo atendemos el problema sin duda se agravará.
Un síntoma puede compararse a una pequeña grieta en un muro, provocada por la humedad. Si no raspamos lo humedecido y resanamos, y cubrimos con impermeabilizante, la grieta crecerá y abarcará todo el muro, hasta que este se derrumbe. Ignorar el síntoma equivaldría, en esta metáfora, a colgar un cuadro sobre la grieta para no verla.
Se requiere de coraje para ver la realidad como es, mucho valor para admitir que el síntoma es el aviso de una situación a la que no hemos puesto la debida atención.
No debemos ignorar a nuestros síntomas, son la mejor información acerca de lo que esta requiriendo de nuestra atención.
Y por supuesto, una vez reconocido el conflicto, debemos ejecutar las acciones pertinentes para resolverlo. Nunca es fácil pero tampoco es imposible. No atacar un problema no lo elimina, sólo lo hace más grande.
Para la almohada
Los síntomas que se manifiestan en el cuerpo o en nuestras relaciones son un aviso sobre la necesidad de modificar algo que está generando el conflicto. Si estos se ignoran y se pasan por alto, hacen que el problema se haga más grande y más difícil de resolver. Aunque sea difícil, es muy importante reconocer que algo no está funcionando bien y que es necesario intervenir para modificarlo y resolverlo.