Muchos de los problemas a los que nos enfrentamos en la vida cotidiana tienen relación con la incapacidad para comunicarse adecuadamente, es decir asertivamente. En ocasiones nos vamos hacia la comunicación pasiva y en otras hacia la comunicación agresiva. Revisemos la comunicación pasiva.
Las comunicaciones no asertivas son débiles, imprecisas, con demasiada suavidad o timidez. Ocultan lo que realmente se siente o se piensa, se dan rodeos al tema y el mensaje es indirecto.
Esto es una forma pasiva de comunicar en donde estamos esperando que los demás adivinen lo que necesitamos y generando resentimientos por no lograr satisfacer nuestra verdadera necesidad. La conducta no asertiva nos convierte en personas inseguras y además propicia que los conflictos permanezcan o incluso de hagan mayores.
Es poco asertivo expresar de manera débil nuestros sentimientos y nuestras opiniones. Solemos hacerlo cuando buscamos continuamente la aprobación de los demás, cuando le tememos al conflicto, cuando actuamos de modo exageradamente amable y cuando ignoramos los derechos que tenemos como personas. En lugar de comportarnos como víctimas, lo ideal es trabajar en nuestra asertividad.
A lo largo de nuestra educación hemos recibido mensajes que nos hacen actuar de modo pasivo: algunos de ellos son por ejemplo nunca debes defraudar a tus padres, piensa en los otros antes que en ti, contigo siempre se puede contar. Cuando no nos respetamos a nosotros mismos es muy difícil obtener el respeto de los demás.
El problema es que esto nos provoca frustración, se genera el riesgo de acumular enojo y de llegar a explotar, la autoestima de va deteriorando y los conflictos permanecen o incluso se hacen más grandes.
Si tienes con frecuencia problemas en tus relaciones interpersonales es muy probable que tengas serios problemas con tu modo de comunicar. Debemos explorar si nuestro modo de comunicación es agresivo, pasivo o asertivo y aprender a mejorarlo.