El teatro mexicano ha dado una nueva vida a clásicos del cine como Sugar (basada en Una Eva y dos Adanes), La naranja mecánica, Extraños en un tren (de la cinta Pacto siniestro) y El Rey León. El director Antonio Castro, quien estuvo a cargo de la adaptación de Atracción fatal, dijo que la fuerza de los personajes en las historias determina el éxito de una obra.
“Cuando un libreto cinematográfico tiene grandes protagonistas, al público le dan ganas de verlos en vivo. En mis trabajos trato de darles más responsabilidad con las situaciones que atraviesan, para que los espectadores se identifiquen. Con ello, también alimentamos la imaginación del público, porque hay escenarios que no podemos recrear en el teatro, y es cuando el peso cae en el guion y en los actores”, detalló.
Antonio agregó que definir las personalidades en los primeros minutos de la puesta en escena es crucial para capturar la atención de la audiencia, y mantenerla hasta el final. Esta necesidad responde a la avalancha tecnológica con la que el teatro compite hoy, ya que al tener un amplio catálogo de películas a la mano, algunas personas optan por contenidos de corta duración.
Gerardo Quiroz, productor de Vaselina (2007) y La era del rock, apuntó que para mantener la atención del público, tienen además la tarea de extraer lo más relevante del guion. “No todas las escenas que ves en la película se eligen para el teatro, escogemos los momentos más emotivos de la historia. Además de colocar a los personajes que son fundamentales para contar la anécdota, y omitir a aquellos que no son tan trascendentes”.
Morris Gilbert, quien ha traído a México obras como El Rey León, Perfectos desconocidos y Vaselina (2018), añadió que el toque extra de un espectáculo en vivo es la convivencia personal.
Arath de la Torre, que actualmente interpreta a Joe en la adaptación de Sugar, compartió que lo más difícil para los actores es no contaminarse de la interpretación del elenco original, y darle una identidad propia a sus papeles, que además dote de originalidad a las obras y las vuelva atractivas para las nuevas generaciones.
“Vi la película en taller de cine cuando estudiaba, no la volví a ver hasta después de estrenar, para evitar caer en una copia de los artistas estadounidenses. Su estilo era diferente, porque era otra época, pero es más enriquecedor darle una óptica propia. Además en este caso presentamos algo que puede ser disfrutado por distintas generaciones, vienen muchas personas con sus papás, que vieron la película o la obra original de 1975, y aprecian cómo reinventamos una historia”, dijo.
POR BELÉN ELIGIO
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