MINNEAPOLIS.- Todo cambia con Justin Timberlake. Los sonidos, las luces, el terreno de juego. El US Bank Stadium es otro cuando aparece él. No hay números de yardas ni gritos de touchdown. Sólo movimientos y coreografías, anillos que se encienden de morado en las tribunas y una banda de músicos, que forma figuras en el centro.
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AFP.[/caption]
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EFE.[/caption]
Por un momento, todo va bien. Pero el tiempo va descubriendo la falta de conexión entre escenarios y testigos. Una tela gigante proyecta la imagen de Prince, como último recurso para encender las tribunas. Un intento oportuno que, sin embargo, de poco sirve.
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AFP.[/caption]
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AFP.[/caption]
Llega el turno de las canciones más populares, entre ellas Mirror y Can't stop the feeling. Si bien resuenan los coros, no hay baile. Al menos, no fuera del campo. En esta época de modernidad, lo que sí aparecen son celulares y las cámaras de video. Instrumentos fríos como el ambiente que existe alrededor.
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AFP.[/caption]
Entre los más fans, la mayoría son jovencitas. Chicas que acompañan el juego, en espera de ver unos minutos a Timberlake. I would die for you, cover de Prince, y Rock your body suben un poco el volumen, sin ser suficiente. Entonces, un punto de quiebre ocurre al final: después de las luces y los sonidos, queda la puerta de salida. Timberlake, de camisa multicolor, y pantalones militares, cierra el show con la nostalgia de otros tiempos. Extrañando el calor y ese ida y vuelta que sólo puede darse entre ídolos y aficionados, si la música es capaz de provocar una emoción. En la noche del Super Bowl LII, no fue el caso. Faltó brillo.
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EFE.[/caption]
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AFP.[/caption]
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AFP.[/caption]
Por Alberto Aceves
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Por un momento, todo va bien. Pero el tiempo va descubriendo la falta de conexión entre escenarios y testigos. Una tela gigante proyecta la imagen de Prince, como último recurso para encender las tribunas. Un intento oportuno que, sin embargo, de poco sirve.
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Llega el turno de las canciones más populares, entre ellas Mirror y Can't stop the feeling. Si bien resuenan los coros, no hay baile. Al menos, no fuera del campo. En esta época de modernidad, lo que sí aparecen son celulares y las cámaras de video. Instrumentos fríos como el ambiente que existe alrededor.
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Entre los más fans, la mayoría son jovencitas. Chicas que acompañan el juego, en espera de ver unos minutos a Timberlake. I would die for you, cover de Prince, y Rock your body suben un poco el volumen, sin ser suficiente. Entonces, un punto de quiebre ocurre al final: después de las luces y los sonidos, queda la puerta de salida. Timberlake, de camisa multicolor, y pantalones militares, cierra el show con la nostalgia de otros tiempos. Extrañando el calor y ese ida y vuelta que sólo puede darse entre ídolos y aficionados, si la música es capaz de provocar una emoción. En la noche del Super Bowl LII, no fue el caso. Faltó brillo.
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Por Alberto Aceves