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Museo Nacional de Antropología, 60 años de consolidar la memoria prehispánica

Con seis décadas de existencia, el recinto de Chapultepec es el más visitado del país y uno de los más reconocidos del mundo

EDICIÓN IMPRESA

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Créditos: Fotos: Especial

Este 2024 nuestro país conmemora el 60 aniversario de la creación de un espacio destinado a conservar la memoria histórica del pasado mesoamericano, se trata del Museo Nacional de Antropología (MNA), un recinto creado a partir de una serie de iniciativas formuladas por diferentes protagonistas del ambiente intelectual, que se cristalizó bajo el gobierno de Adolfo López Mateos (1958-1964).

La construcción de este proyecto ostentoso respondió al periodo de mayor esplendor económico en la historia de México, conocido como milagro mexicano (1946-1970), lapso de 24 años en el que el país tuvo un crecimiento económico sostenido como consecuencia de un modelo regido por la “sustitución de importaciones”, logrando el mayor desarrollo de la tasa del PIB, al llegar a la cifra récord de 6.5%.  

Los dos antecedentes inmediatos del museo se ubican en las instalaciones que albergaron una parte importante de la actual colección, luego de que, en 1822, a solicitud de Lucas Alamán, se decidió otorgar un espacio para la conservación de las antigüedades de México en uno de los establecimientos de la Real y Pontificia Universidad de México y que, tres años más tarde, en 1825, adoptó el nombre de Museo Nacional, que también integró el acervo del Gabinete de Historia Natural de México.

En 1865, bajo el gobierno monárquico de Maximiliano de Habsburgo, los objetos históricos del Museo Nacional fueron trasladados a un recinto de la calle de Moneda en donde, años más tarde, Porfirio Díaz incluyó un salón dedicado a exhibir una serie de monolitos de la cultura mexica con la idea de cimentar con arte prehispánico el nacionalismo mexicano.

Pero, si hemos de referirnos a colecciones o espacios museísticos centrados en la historia y el arte prehispánico, podemos mencionar la colección documental que conformó el Museo histórico indiano del italiano Lorenzo Boturini Benaducci, que incluyó documentos recabados por él de la dispersa colección de Carlos de Sigüenza y Góngora y que también encontraron cabida en el Museo Nacional; o, incluso, el museo itinerante que el rey Carlos V llevó por ciertos sitios de Europa, tras recibir de Hernán Cortés los objetos que Moctezuma II obsequió al conquistador para que retrocediera en su intento de llegar a México-Tenochtitlán. 

Entre estos regalos estaba un escudo de oro, una máscara con el rostro de una serpiente, sandalias de obsidiana, perlas diversas, varios objetos de oro incrustados de jade y, evidentemente, el denominado Penacho de Moctezuma que durante muchos años se ha exhibido en el Museo Etnológico de Viena, en Austria.

Créditos: (Cortesía INAH)

Digno de recordar es lo determinante que resultó la ayuda de unos 200 jóvenes adscritos a la Escuela Nacional de Arquitectura y a la Escuela Nacional de Antropología que ayudaron a trasladar los objetos y documentos del Museo Nacional de Moneda a su nueva sede, en Chapultepec.

Con el paso del tiempo, el Museo Nacional de Antropología fue acogiendo una serie de instituciones especializadas en diversas disciplinas histórico-antropológicas enfocadas al estudio de las culturas mesoamericanas, ancestrales y actuales; además de acervos documentales que han quedado bajo el resguardado de la Biblioteca Nacional de Antropología e Historia, que entre otras cosas han permitido la preservación y entendimiento de las culturas indígenas vivas, por no mencionar los innumerables objetos arqueológicos que permanecen en las bodegas, de los que falta elaborar y difundir un catálogo detallado que permita conocer otra parte importante del patrimonio mesoamericano.

A 60 años de su inauguración en una sede propia, el MNA es reconocido como unos de los mejores del mundo –dejando de lado aquellas clasificaciones escalafonarias que ciertas empresas turísticas hacen a su conveniencia– y representa el museo más grande de arte mexicano en el que cada detalle de su arquitectura busca recrear, desde una visión moderna, elementos distintivos de la cosmografía del México prehispánico: el diseño de la celosía que reviste la parte alta de los exteriores de las salas en el patio central hace alusión a la serpiente mesoamericana; el inmenso caracol que a ciertas horas del día resuena recreando un sonido probablemente prehispánico, el contenedor de agua del patio central con tulares, que a su vez remite al gran lago sobre el que se edificó la ciudad de México-Tenochtitlán; y qué decir del muro de calaveras, la barda metálica que rodea una parte del entorno del museo, que no es sino una reminiscencia del tzompantli,  “el lugar de los (cráneos con) cueros cabelludos”, que servía para exhibir las cabezas de los sacrificados como trofeos al pie de los templos. 

El Museo Nacional de Antropología es el de mayor concurrencia en el país, tanto por el público nacional como extranjero, lo que lo convierte en una institución redituable no solamente para el Estado sino también para ciertas empresas de la iniciativa privada que constantemente invierten en él. Y si bien es cierto que es un sitio abierto al público hoy en día no deja de ser un lugar un tanto elitista, que lo ha alejado mucho de aquella célebre imagen fotográfica en donde una familia indígena y campesina observa con detenimiento el Penacho de Moctezuma de la Sala Mexica.

Pero más allá de ello, el deseo principal del presidente López Mateos que inspiró la perfecta construcción de este museo no ha dejado de cumplirse, día a día, desde su apertura: “Quisiera que los mexicanos, al salir de él, se sientan orgullosos de serlo”.

Por: Guillermo Correa Lonche.

*Guillermo Correa Lonche es profesor de historia en la ENAH. Entre sus libros se encuentran El Águila y la Serpiente. El problema del origen prehispánico del Escudo Nacional Mexicano y México: 500 años. Descubrimiento, Conquista y mestizaje.

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