PIENSA JOVEN

Estos son los dogmas del salario mínimo que condenaron a toda una generación

Pese a las objeciones de índole económica vinculadas al aumento del salario mínimo, la situación de los trabajadores en México muestra que esta medida es una obligación moral y que tiene más beneficios que costos

ECONOMÍA

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Si bien otras muchas cuestiones no han corrido con la misma suerte, no podemos negar que la 4T ha dado enormes pasos en cuanto al salario mínimo se refiere, una de las grandes deudas históricas de nuestro país. Desde los años ochenta y hasta inicios de la presidencia de López Obrador, el salario mínimo mexicano iba francamente a la baja, o en el mejor de los casos, se quedaba estancado. Por décadas se mantuvieron salarios de hambre para el trabajador con los argumentos de que aumentaría la inflación, habría desempleo, o habría que aumentar la productividad, dejando de lado la función que se le consagra en la Constitución: satisfacer las necesidades de una familia. Estos razonamientos, como se ha visto a lo largo del sexenio, se derrumbaron (al menos en México) desde que el salario mínimo aumentó y resultaron no ser más que dogmas incuestionables por décadas.

Justamente, el aumento de la inflación, el argumento por excelencia de las cúpulas empresariales y de ciertos sectores académicos, palideció ante la realidad. Tal como menciona Luis Felipe Munguía, actual titular de la Comisión Nacional de Salarios Mínimos (Conasami), en la zona fronteriza, que es donde se duplicó el salario mínimo, se registró una inflación de 1.26% y a nivel nacional, una de 3.22%. Estas cifras menores a lo que se preveía y son las más bajas en 6 meses. 

Por otra parte, no olvidemos el dicho que nunca falta: que México tiene una baja productividad (completamente cierto) y que, para subir el salario mínimo, esta debería aumentar. Lo que no se dice es que la productividad del mexicano promedio ha aumentado significativamente desde los años 1990, y el salario promedio real (y el mínimo) solamente han caído, como se observa en la gráfica. Hubo beneficiados del aumento de la productividad y no fueron precisamente los trabajadores. 

Elaborada por Luis Munguía, titular de la Conasami. Datos del INEGI

Por último, también se menciona continuamente que no es el momento idóneo para hacerlo debido a la contracción económica de la pandemia, o bien, que nadie gana el salario mínimo en la realidad, por lo que incrementarlo es meramente un acto político.

Sobre el primero de ellos, no podemos negar que sumará costos operativos a las empresas, pero, de acuerdo con la politóloga Viridiana Ríos, estos son mínimos y definitivamente no llevarán a la quiebra a 700,000 empresas, tal como sostenía Gustavo de Hoyos y los empresarios de la Coparmex. Asimismo, estos aumentos dan un mayor dinamismo a la economía y no se irán al ahorro, sino al consumo porque... ¿quién puede sostener a una familia con 141 pesos diarios y todavía ahorrar? Por otro lado, si respondemos a la premisa de que nadie gana el salario mínimo, entonces no debería preocupar que aumente... ¿O no? Innecesario sería mencionar la inflación, la productividad o el quiebre de empresas, aunque los datos del INEGI bien demuestran que unas 27 millones de personas perciben menos de dos salarios mínimos en nuestro país. 

En conclusión, debemos formar parte de este debate tan interesante que es el salario mínimo, pues la realidad demuestra que el trabajador mexicano ha sido desprotegido por el Estado a lo largo de estas últimas décadas en beneficio de algunas élites. Si bien aún no se puede afirmar que es un salario suficiente, estos constantes aumentos representan un avance para garantizar una vida digna a millones de personas trabajadoras que han visto mermada su capacidad de compra. Si hemos de esperar al momento idóneo para subir sustancialmente el salario mínimo, situación que tanto mencionan los comentócratas, les puedo asegurar con certeza que nunca lo verán nuestros ojos.

MGM

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