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Un oro de protesta

DEPORTES

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Lo que muchos vieron como un rasgo de pobreza fue en realidad una manifestación social que se extendió por más de dos horas hasta la conquista de la gloria olímpica. El 10 de septiembre de 1960, Abebe Bikila ganó el oro en el maratón de los Juegos de Roma, Italia, en un trayecto de más de 42 kilómetros que recorrió descalzo con la convicción de honrar a los hombres que lucharon por la libertad de su natal Etiopía.

“Quería que el mundo supiera que mi país, Etiopía, ha ganado siempre con determinación y heroísmo”, aclaró, después de convertirse en el primer hombre africano que vio un oro olímpico sobre su pecho.

Su conquista en la adversa austeridad fue como un despertar africano, pues el continente que apenas conocía los sabores de la libertad. En 1957 inició el proceso de independencia africana y Ghana fue el primer país sin yugo europeo, pero lo hecho por Bikila se convirtió en una hazaña tan potente como los discursos de Martin Luther King, tanto para la comunidad afro, como para el resto del mundo.

Bikila creció en medio de una Etiopía ocupada por el Ejército Italiano, que era apoyado por la Alemania Nazi, de Adolfo Hitler. Él apenas cumplía 5 años de edad cuando Benito Mussolini invadió su patria, y por ello, el emperador etíope Haile Selassie I salió exiliado hacia Inglaterra.

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En Europa asombró la expansión de lo que Mussolini había prometido: el Imperio Italiano. Sin embargo, también fue una alerta hacia un futuro dictador. Un año después de la invasión, el 30 de 1936, el emperador Selassie denunció a Italia ante la Sociedad de Naciones Unidas, en Ginebra, Suiza, pero durante su discurso fue abucheado por seguidores de Mussolini, y no obtuvo el apoyo que buscaba de la comunidad internacional.
“Hoy nos sucedió a nosotros. A ustedes mañana”, dijo y el emperador etíope, al salir del recinto.

A pesar de su ausencia y la opresión italiana, Etiopía reconocía a su emperador como símbolo de la verdadera autoridad en sus tierras, en una ocupación que duró hasta el 5 de mayo de 1941.

Bikila tenía a flor de piel la identidad nacional y se enlistó en la Guardia Imperial de Haile Selassie I. Allí descubrió el deporte, compitió en el equipo de las Fuerzas Armadas y llegó a su vida una oportunidad única: un compañero, seleccionado para correr la maratón olímpica, se había lesionado y él ocuparía su lugar. Abebe, iría a los Juegos Olímpicos, a la conquista de la nación que los oprimió: Italia.

La marca alemana Adidas fue patrocinador oficial de los Juegos de Roma. Pero momentos antes del maratón, Bikila no encontró un par de tenis que le ajustaran. “Me molestan para correr”, dijo cuando le ofrecieron usar un par, pero esto era un reto mucho mayor a la incomodidad: era en honor de los más de 377 mil militares y casi 383 mil civiles que murieron defendiendo a Etiopía, con ínfimos recursos y máximos valores, pues muchos de ellos combatieron con lanzas a italianos que llevaban armas de fuego. Como a ellos, la austeridad acompañaría a Bikila en su propia lucha.

Sin saberlo, los mismos italianos crearon el escenario para encumbrar al oprimido. Primero se sorprendieron al ver a un hombre correr descalzo y pronosticaban su retiro. Pero en los últimos tres kilómetros sólo el marroquí Rhadi Ben Abdesselam acechaba su victoria.

En medio del cansancio y el dolor en los pies, Bikila y Ben Abdesselam pasaron juntos frente al Obelisco de Axum, figura emblemática de Etiopía que Mussolini expropió en su conquista; ese monumento fue su mayor bálsamo: allí, Bikila apretó el paso y frente al Coliseo Romano, cruzó la meta en el Arco de Constantino; allí, donde partió Mussolini a la conquista etíope, allí llegó Bikila con la victoria y el nuevo récord mundial de 2h:15m.16s con su nombre.

Abebe Bikila fue el primer símbolo que brilló libre en nombre de un continente abatido por la colonización europea. Hoy, hace 87 años, nació el etíope que a través del deporte escribió el preludio de la independencia de África.

Cuatro años después de aquel logro, Bikila fue operado de apendicitis, y en tres semanas corrió, con tenis, el Maratón Olímpico de Tokio 1964. A pesar de una mala preparación, el etíope mejoró la marca olímpica y retuvo el oro con 2h:15m.01s. Es el primer hombre que defiende su título olímpico y mejorar su propio registro en este evento.

Llegó a México 1968 con una fractura en el pie, y aunque inició la prueba frente a la Catedral de México, el dolor fue tan intenso que en el recorrido sólo pidió a su compañero Mamo Wolde, que el cetro olímpico no saliera de Etiopía. Bikila abandonó la prueba en el 17 km, y Wolde cumplió al ganar el evento.

Un año después de competir en México, Bikila manejaba el Volkswagen que el gobierno le regaló por sus triunfos, cuando al evitar a un grupo de estudiantes, tuvo un accidente automovilístico que le causó paraplejia y ante esa dificultad, dijo: “Los hombres de éxito conocen la tragedia. Fue la voluntad de Dios que ganase los Juegos Olímpicos, y fue la voluntad de Dios que tuviera mi accidente. Acepto esas victorias y acepto esta tragedia. Tengo que aceptar ambas circunstancias como hechos de la vida y vivir feliz”.

Fue como invitado de honor a los Juegos de Munich 1972, y falleció al año siguiente, a los 41 años de edad.

El emperador Haile Selassie I y más de 65 mil etíopes despidieron al héroe africano que dejó una senda radiante por la que han caminado figuras como la leyenda del atletismo etíope, Haile Gebrsselasie, quien de él dijo: "Bikila hizo que nosotros, los africanos pensáramos: 'Mira, él es uno de nosotros, si él puede hacerlo, nosotros podemos hacer lo mismo” y ganó dos títulos olímpicos y cuatro oros mundiales en 10 mil metros.

Así de grande fue la herencia de un hombre que aún después de morir, dejó un legado. [nota_relacionada id=1233909]

Por: KATYA LÓPEZ CEDILLO

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