El daño que le propinó El Perro Aguayo, en 1993 cuando le quitó la tapa, no fue tan grande como su amistad. Máscara Año 2000 perdió la identidad ante el ídolo zacatecano; no obstante, al concluir las batallas, los roles cambiaban.
“Éramos los rivales más odiados arriba del ring, pero nos quisimos como hermanos, luego bajó un poquito la amistad, pero yo lo seguía queriendo y pienso que él a mí también”, contó don Chucho Reyes, al lamentar la muerte de El Can de Nochistlán.
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Dicha enemistad estelarizó choques intensos en los que la sangre brotó y cayó, además de la tapa, la cabellera de miembro de Los Dinamita. Ambos fueron aguerridos, rudos hasta la vena, y se castigaron como los hostiles oponentes que representaban.
“No tengo una palabra exacta para definirlo porque todo lo que pueda decir se queda corto. Lo admiro, lo admiré y lo haré aun cuando no esté”, dijo con convicción Máscara Año 2000.
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“Fuimos amigos desde que yo empecé en la lucha libre, y para mí el Perro Aguayo es símbolo de la lucha libre, es el más grande de toda la historia como rudo y como técnico. Lo quise, lo quiero, y lo voy a querer toda la vida”, confesó el gladiador.
Para don Chucho Reyes, de 61 años, la partida de Pedro Aguayo deja un hueco. Se fue un ídolo luchistico, un referente. “Un abrazo, donde quiera que esté y a donde le llegue”.
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Por: Alexis Hernández