El ahijado del rey

Alfonso de Portago es uno de los personajes de la nobleza española más atrayentes dentro de la Fórmula 1, y su trágica muerte en Italia acrecentó su fama

Su nombre era tan largo como su fama de playboy. Se llamaba Alfonso Antonio Vicente Eduardo Ángel Blas Francisco de Borja Cabeza de Vaca y Leighton. Era marqués de Portago, marqués de Moratalla, conde de Pernia, conde de la Mejorada, duque de Alagón y Grande de España. Debajo de ese fastuoso linaje sólo se escondía un hombre al que le gustaba sentir la velocidad. El XI marqués de Portago descendía de Alvar Núñez Cabeza de Vaca, el descubridor de Florida, entre otros territorios, que en el siglo XVI hizo crecer el mapa del Imperio español. Alfonso llegó al automovilismo de la mano del astuto Luigi Chinetti, uno de los mejores amigos de Enzo Ferrari. Entre los principales logros del marqués se cuenta el haber sido el primer piloto español que corrió en la categoría reina, y fue por invitación del propio Enzo Ferrari. La primera vez que Alfonso tuvo oportunidad de correr a bordo de un Ferrari fue precisamente en México, al lado del propio Chinetti, en la Carrera Panamericana de 1954, que ese año celebró la última de las cinco primeras ediciones que antecedieron a la época moderna (1988-2018). Debutó en el GP de Francia de 1956, y ese año sólo participó en cuatro carreras. Su mejor resultado lo obtuvo en Silverstone, y nada menos que terminando la prueba en segundo lugar por detrás del legendario Juan Manuel Fangio. En 1957 sólo corrió en el GP de Argentina, que se llevó a cabo el domingo 13 de enero. Terminó en la quinta posición. La siguiente cita era la peligrosa Mille Miglia, prueba que arrancaba en Lombardo de Brescia, situado a 95 kilómetros al este de Milán, y se dirigía hacia Roma. Era un largo recorrido de mil 600 kilómetros que se cubrían en 10 horas. Aquel 12 de mayo de 1957, Alfonso de Portago recibió el último beso de su vida, el que le dio en los labios la actriz Linda Christian, que era su novia, porque ni siquiera el copiloto, Edmund Nelson, imaginaba que el potente Ferrari 335S Spider, (390 caballos), iba a terminar hecho un amasijo de hierros retorcidos en una acequia cerca de Guidizzolo, 45 kilómetros antes de llegar a la meta. Acerca del accidente existen varias conjeturas que hoy día no se han resuelto. La primera indicaba que se le reventó la llanta delantera izquierda; otros, que fue la rotura del portaruedas del eje trasero, y también la rotura de la dirección. El ahijado del rey mató a 11 personas, y así terminó sus días de gloria este aristócrata de las pistas, y también los de la inolvidable Mille Miglia, que fue satanizada al grado de caer en la prohibición. Por: Juan Antonio de Labra.
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