“Quiero agradecer a todos su asistencia, por venir a ver a un entrenador al que también le chiflaron mucho. Nunca me había tomado en cuenta a mí mismo. Soy el hombre más feliz del mundo”. La voz de don Nacho Trelles estalla como un trueno. Y una electricidad se apodera de los rincones. El hombre de la boina y el bigote sigue lesionado de la pierna derecha, pero no hay nadie que pueda con él: ni el tiempo ni el futbol ni los rivales.
El próximo 31 de julio, la
Loteria Nacional celebrará sus 103 años de vida, en el
Sorteo de Díez, número 237. De todas las series,
don Nacho eligió el
27716, “
el del premio mayor”, bromea. Y su sonrisa es tan espontánea, tan sincera, que no hace falta más que reír con él.
“Pasamos 24 años juntos”, recordó Rubén Maturano, uno de sus ex dirigidos en equipos como Cruz Azul, Toluca, la UdeG y la Selección Mexicana.
“Y había algo muy importante, que siempre nos decía: en el léxico del equipo, no puede haber la palabra Yo, sino el Nosotros. Si ganábamos, él desaparecía, pero si el equipo perdía, don Nacho salía al frente. Y decía: yo perdí”.
El billete de don
Nacho entra en la mágica dimensión del tiempo: en aquella época en la que fue campeón con
Cruz Azul, después de serlo en el
Toluca, el
Zacatepec, el
Atlante y el extinto
Marte. Nada ha podido cambiarle el sentido del humor. Y a cada paso se nota, por más lento que fuere.
“Gracias a él fui jugador de futbol”, confesó Mario Medina, a quien tuvo como jugador en el Toluca. “Era un entrenador que no gritaba, que se sentaba en la banca a observar el partido y en el segundo tiempo, corregía todo lo que había visto. Con todo y que su pierna no le permitía correr, enseñaba tal cual lo que sucedía. Fue como un padre”.
El cariño al mítico entrenador es todavía más que los 10 millones de pesos de premio mayor. En la historia del
futbol mexicano, no hubo otro como él en ningún equipo. A pocos días de cumplir 103 años, el balón sigue siendo su vida.
Por: Alberto Aceves