Cada vez que Luis Javier Paradela escucha el bongó, su mente regresa algunos años a su natal Matanzas, cuando jugaba como segunda base en el campeonato nacional y sus problemas tenían que ver con el promedio de bateo. El recuerdo de Cuba al son del ‘Guantanamera’, donde su padre cayó preso por un tiempo y las ganas de comerse al mundo jugando al beisbol se fueron a otros lugares.
Como pelotero de ligas menores, el hombre de la ciudad de los puentes solía tener una tarea: tocar la bola o pegarle de rolling, para llegar quieto en primera base. Así, con su equipo, logró un tercer lugar nacional. Luego, quedó fuera de su categoría. Aquella experiencia marcó un nuevo principio, pero también un final: la conquista del futbol sobre el beisbol.
"La decisión del entrenador era simple: elegir a un jugador con mayores recursos económicos o quedarse conmigo. Y lo llevaron a él. Fue un golpe duro. Yo jugaba al futbol en la calle, por hobbie, y ya desde ese momento me apunté y empecé a jugar. Tenía 11 años. A los 12 fui a un Mundial de Clubes, en Portugal, con la selección de mi país. Anoté 10 goles en ocho partidos. Y ahí comenzó mi carrera", recuerda, desde Nevada, en entrevista con El Heraldo de México.
Con el tiempo, Paradela se convirtió en el primer futbolista cubano en llegar a un equipo profesional de Estados Unidos, el Reno 1868 de la United Soccer League (USL), con una visa de trabajo y los papeles en regla. Fue como abrir una puerta. Sin persecuciones, sin ilegalidades, más allá de la isla.
"Cada uno decide sus propios actos. Yo no soy quien para reprocharle nada a los que se fueron. Siempre van a ser mis amigos. Siempre los voy a querer, aunque me duela no verlos. A mí, desde pequeño, mi mamá me pidió que no dejara la escuela, que siguiera. Y eso fue lo que hice, sabiendo que estaba sola con mi hermano. Y que mi padre, por cuestiones de la vida, terminó preso, en la cárcel“.
El necesario cable a tierra no fue el beisbol ni su amor por los Astros. La clave era el futbol. Esa posibilidad de creer en algo, incluso si ello significaba sacrificarlo todo. De pequeño, Luis Javier imaginó Estados Unidos como un país de edificios altos y temperaturas bajas. No se equivocó cuando llegó a Nevada. Viajó hasta ahí por los siguientes tres meses, cedido por la Universidad de San Carlos (Guatemala) y después de su primera Copa Oro con la selección cubana.
“Esto no lo hago sólo por mí, sino por el deporte cubano. Para que todos en un futuro tengan la misma oportunidad que yo tuve. Estados Unidos es un país maravilloso, no se puede tapar el sol con un dedo. Pero Matanzas es única. Aquí, sigo viendo beisbol, mucho más cuando juegan los Astros. Admiro a peloteros como Michel Enríquez y Yuliesky Gurriel, que para mí son los mejores. Aunque mi sueño es jugar en la Champions. En equipos de Europa, México o la MLS. Seguir avanzando si la vida me lo permite”.
La visa con la que cuenta es de tipo Atleta P-1 A, otorgada a los deportistas que militan temporalmente en Estados Unidos. Si cumplido el plazo -los tres meses de préstamo- el Reno 1868 hace válida la opción de compra, el atacante cubano, de 22 años, deberá tomar un vuelo de regreso a San Carlos para extender su contrato. El permiso ofrece la garantía de que el jugador no sólo continúe su carrera en el norte de Nevada, sino que, además, conserve la posibilidad de ser llamado por la selección de su país.
“La primera vez que vine fue en la pasada Copa Oro, que terminó en desastre para Cuba. Recibimos dos goleadas por 7-0 (contra México y Canadá) y luego caímos ante Martinica (0-3). A pesar de eso, el interés del Reno estuvo ahí. Los compañeros son amables conmigo, siempre están apoyándome. Me cuesta un poco el inglés, pero pienso tomar clases. Al final, el simple hecho de que te caigas mil veces no significa que seas un fracasado. La puerta está abierta para todos”.
La música de Matanzas acompaña el viaje de Luis Javier Paradela. Suena el bongó, las trompetas y particularmente una canción del maestro Compay Segundo: “Guantanamera, guajira guantanamera. Guaaantamera, guajira Guantanamera…”.
Por Alberto Aceves
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