Ingemar Johansson, el rubio bombardero

Hace poco más de medio siglo todavía se podía presenciar su accionar entre las cuerdas, pero hoy pocos saben quién fue, y muchos menos lo recuerdan; no obstante que hablamos de un hombre que en sus mejores momentos lucía esa personalidad “carismática”.

Su nombre fue Ingemar Johansson, y pegaba con tanto poder, que los críticos boxísticos de su tiempo lo llamaron El Rubio Bombardero de la Península Escandinava, pues había nacido en Gotemburgo, una de las principales ciudades de Suecia, en donde sí se le rememora, especialmente cuando miran una estatua que se encuentra fuera del estadio de futbol de Ullevi, en donde destruyó al estadounidense Eddie Machen ante más de 50 mil espectadores, triunfo que le sirvió para recibir la oportunidad por el título mundial pesado frente a Floyd Patterson.

La pelea se hizo y el joven púgil europeo arrolló al estadounidense, dejándolo en la lona cuando aún el tercer asalto no llegaba a la mitad. La manera como logró la victoria provocó una profunda impresión entre los que la presenciaron. Era el cuarto púgil de El Viejo Mundo que lograba la hazaña, se estuvo hablando y escribiendo del combate, y todo lo que rodeaba a este hombre antes y después, como no se había hecho desde uno de los grandes anteriores monarcas: el inolvidable Rocky Marciano.

Desarrolló, aunque por poco tiempo, una popularidad que lo llevó a aparecer en portadas de las principales publicaciones de aquel momento. Algunas de estas fueron Life y Sports Illustrated, además de los famosos diarios de las grandes ciudades norteamericanas.

Era común ver a Johansson en compañía de hermosas mujeres, sin importar en donde se encontrara, y si tenía o no algún compromiso pendiente. Lo que no se sabía era que desde antes de ser boxeador, Ingo combinaba tal actitud con las copas y la vida nocturna. Al parecer había olvidado que años atrás era un atleta completo, que corría maratones no solamente en su patria, sino en EU, entre otras partes. Y aún cuando resulta poco creíble, en 1985 completó un maratón, en Estocolmo.

Ganó la corona el 26 de junio de 1959, cuando el tercer hombre sobre la lona, Ruby Goldstein, completó la cuenta a Patterson en el asalto mencionado. El escenario fue el Yankee Stadium. El gusto le duró un año, pues en la revancha le pagaron con la misma moneda. Recibió el conteo total en cinco rounds, en esta ocasión por parte de Arthur Mercante en otro estadio beisbolero, el Polo Grounds (20 de junio de 1960). Por cierto, su victimario se convirtió en aquella ocasión en el primer ex campeón de peso completo que recuperó la corona. Hubo un tercer choque entre ellos, que volvió a ganar Floyd. Éste se llevó a cabo en el Convention Center de Miami (13 de marzo de 1961).

Muchos negociantes, especialmente de cine y televisión, aprovecharon su popularidad y lo contrataron para apariciones en ambas pantallas. En la primera se le vio al lado de figuras como Alan Ladd y Sidney Poitier, entre otros. En TV trabajó en algunas series; una de ellas se llamó What´s my line? Eso y sus ganancias en el ring le significaron buen dinero, con el que estableció varios negocios en EU, que con el tiempo y la vida que llevaba, simplemente desaparecieron.

El entonces peleadorazo de un metro con 84 centímetros de estatura contrajo matrimonio en tres ocasiones, y en otras tantas hubo divorcios. De todo ello, nacieron cinco hijos.

Johansson, quien había sido también campeón olímpico en Helsinki 1952, y logró acumular como amateur 71 victorias con 36 nocauts, a cambio de solamente 10 derrotas, fue desapareciendo poco a poco de la escena pública, hasta que prácticamente nadie hablaba de él, salvo algunos periodistas o verdaderos fanáticos, que no olvidaban que había sido la máxima figura del boxeo sueco.

En 1960, de hecho pasó inadvertida una autobiografía que salió a la venta con el título Segundos fuera del ring. Aquello fue un libro en el que tanto el boxeador en cuestión como sus amigos tenían grandes esperanzas para que el hombre recuperara su sitio entre los aficionados, sobre todo, de EU, ya que los suecos continuaban idolatrándolo.

En el año 2000 fue considerado el mejor deportista del siglo XX por la Academia Sueca de Deportes. Dejó para la posteridad un récord profesional de 26 combates ganados (17 de ellos, por la vía del nocaut). Solamente perdió en dos ocasiones, las titulares en América que mencionamos en líneas anteriores, contra Floyd Patterson, las que pese a su brevedad, resultaron ser muy espectaculares y emotivas de principio a fin.

No obstante su desordenada vida, no puede negarse que fue un ídolo de dimensiones enormes en su patria. Infortunadamente llegó al final el 30 de enero de 2009, a la edad de 76 años, presa de Alzheimer.

En 2002, ingresó a la Galería de los Inmortales de Canastota, Nueva York, en el International Boxing Hall of Fame.

POR VICTOR COTA



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