El futbol, su rescate

La atacante mexicana pudo dejar atrás las críticas y los estereotipos de la mano del balompié

En algún tiempo, Charlyn Corral pensó en dejar el futbol. Era tanta la presión, los prejuicios, que prefería dedicarse sólo a la escuela. Sin embargo, siguió. Y lo hizo para saber quién era. Contra todo tipo de circunstancias y lugares. Con equipos de hombres, aunque no quisiera, o en partidos de la Copa del Mundo con la Selección Mexicana. En febrero de 2006, la FIFA la nombró “La nueva niña prodigio”. El concepto marcaba su estreno como seleccionada nacional –con tan sólo 13 años– pero también el contraste que luego vendría: los problemas de autoestima por su complexión física. Agravados por las críticas y la falta de ayuda. Y de los cuales la hoy delantera del Atlético de Madrid, quien ya se estrenó en la Champions, sacó lo mejor. Porque para ella el futbol es eso, el arte de lo desconocido.

¿La mentalidad hoy marcadiferencia?

Muchísimo. La mentalidad es casi todo. Muchas veces, nosotros mismos nos hacemos menos. Por la cultura, por el entorno o los comentarios ajenos. Físicamente yo no soy la jugadora más alta ni la más fuerte. Sin embargo, mi diferencia siempre fue esa. Como toda persona, tengo mis altibajos. Si no me va bien, me cuestiono cosas o dudo. Pero son momentos muy puntuales. La mayoría del tiempo intento levantarme y me digo que sí puedo.

¿Y cómo fue de pequeña?

Fue una parte dura. Mi proceso de adaptación avanzó muy rápido. A mis 14 años ya empezaba a ver expectativas sobre mí. Sentía que debía hacer algo extraordinario, porque la gente esperaba eso. Con el tiempo, me di cuenta que no debía cargar esa presión, porque era apenas una niña. Cuando tenía 19, ya me decían “la veterana del futbol”. ¡Imagínate! Hoy, la verdad, me da risa. Lo que hice a esa edad fue algo extraordinario, porque es difícil que alguien lo repita. Pero me faltaban muchas cosas por aprender. Muchas veces me llegué a plantear ya no jugar y sólo dedicarme a la escuela, por la misma presión. A esa edad, ninguna niña está preparada.

¿Ecatepec fue tu lugar?

Sí, no había tanta inseguridad ni tecnología. Tampoco tantas casas. En mi infancia encontrabas milpas, canchas de futbol, avalanchas, bicis… Tuve la suerte de vivir eso. Mi hermano George me lleva un año y siempre tenía un compañero con quien jugar, con los niños de la colonia. Recuerdo mucho una frase que nos decía mi papá: “Vámonos a una cancha, para aprender a ganar. Si nadie nos saca, la dejamos y conquistamos otra”. Esa parte siempre se me metió en la cabeza: el conquistar tierras. La filosofía de mi vida ha sido esa. Llegar a un lugar como novata y ganarme el respeto poco a poco.

¿Y si tenías que jugar con hombres?

A mí sinceramente no me gustaba. Prefería estar más con mis amigas, platicar… no me llamaba la atención. Cuando mi papá me metía a jugar contra hombres más grandes, de 11 o 12, me daba miedo y lloraba porque no quería. A veces me obligaba. Luego, empezamos a enfrentar a un equipo de niñas, que se llamaba Palafox, y ahí sí era yo. Poco a poco me fui dando cuenta que me gustaba ganar, competir y ser buena. Sentía que me transformaba. Fuera del futbol, en la escuela, era una niña tímida, no hablaba, no tenía muchos amigos. Cuando me empecé a dar cuenta que el futbol me daba ese plus, me sentí aceptada. Las niñas me veían mal porque jugaba con hombres, también los profesores. Decían que era un deporte para niños, pero no me importaba. Nunca me gustó ser igual. En la cancha, yo sabía que les daba miedo.

¿Eran críticas o prejuicios?

Un poco de todo, y fue difícil. No tanto por lo que decían de mí, sino por mi familia. Ellos lo vivían de cerca. Me dolía verlos mal, porque sufrían. Yo era la hija menor, la consentida, y que se metieran conmigo, no les gustaba. Dejé de ir a la Selección unos cuatro años. Y ya no quería volver. De 2011 a 2014 me fui a Estados Unidos. Terminé mi universidad. Estaba un poco dolida, baja de confianza y de autoestima. Pero allá, por primera vez, se fijaron en mi talento deportivo y no en prejuicios. Me juzgaban sólo por cómo me veían, pero yo seguía siendo la mejor en todos los torneos. Alejarme me sirvió a recuperar la confianza, a sentirme querida y valorada por lo que era profesionalmente. Sé que es fácil criticar, pero es feo hacerlo sin brindar ayuda.

Como profesional, ¿es posible vivir del futbol? 

No. Aun estamos lejos para que una jugadora pueda vivir de esto. Es como todo: hay trayectorias. Habrá jugadoras que ya llevan más años y, a lo mejor, a ellas sí les alcanza para vivir de forma estable. Eso es normal. Al final, las que mejor ganan es por algo. Creo que falta tiempo. Lo importante es que ya hay una Liga en México y que, con los años, todo puede mejorar. Hay que ser pacientes, aunque hoy es difícil. Yo les aconsejaría a las niñas que no dejen los estudios. Es duro compaginar las dos cosas, pero se puede. El futbol es un complemento, mas no la vida.

 

¿Y jugar en México?

Cada vez estoy más cerca. Tengo mucha ilusión de jugar en mi país, con mi gente. Es un reto muy bonito. Muchas jugadoras me conocen, a muchas las tuve como compañeras en Selección y enfrentarlas me quita el sueño. En uno o dos años, me gustaría estar por allá.

Que una mujer integre un equipo de la Liga MX, ¿también es un sueño? 

Nunca me ha pasado por la cabeza. Yo me di cuenta que, cuando era niña, podía competirle a mi hermano en técnica. Hasta le podía ganar. Pero en el físico no, porque creo que sí existe una diferencia. Siempre lo tuve claro. Sí me pasó por la cabeza intentarlo, pero cuando tenía unos 11 o 12 años. Hoy, en una Primera División, lo veo difícil. Tal vez en otra categoría. Mientras exista un balón, la vida puede girar hasta encontrarnos. 

Por Alberto Aceves


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