Pumas, su mejor sinfonía

En la vida de David Patiño, los sonidos se mezclan: de los Rolling Stones al himno universitario, pasando por el Goya, las guitarras eléctricas y un ¡Cómo no te voy a quereeer!, que retumba en las calles como en el estadio. La música y el futbol casi siempre estuvieron ligados. Pero si algo marcó el rumbo de sus años, fue Pumas. "Cuando escribo canciones, lo hago sobre cosas que me pasan. Desde el punto de vista laboral, intelectual o sentimental”, comparte. “No soy un músico letrado, porque aprendí de forma empírica. Pero Pumas es mi vida, como la música y mi familia. Es algo más que una canción. Sería todo un disco… una sinfonía". Y en el futbol, ¿cuánto juega el amor por un equipo? Mucho. Yo prefiero que el corazón y la razón no estén separados. Lejos de ser un defecto, es una virtud para un entrenador de Pumas. Al final, nosotros como seres humanos somos una mezcla de no nada más de razón sino también de sensibilidades. Y saber equilibrarlas es importante. En el transcurso de mi vida, poco a poco lo he podido controlar y llegar a un estado en el que tenga la misma emoción sin sobrepasarla nunca. Y que la inteligencia pueda prevalecer. Un equilibrio. Exactamente. ¿A qué se refieren los técnicos, cuando se habla de garra y de mística en Pumas? A lo que refleja un equipo en su conducta, en los entrenamientos y en el juego. La garra surge a partir del esfuerzo físico, de la inteligencia e intensidad. Históricamente, la posición de un jugador de Pumas es aquella que no tiene el reconocimiento del rival y que se tiene que ganar a partir de este principio. Un valor que se refleja en la cancha, con el correr y ganar las pelotas divididas. Con romperse la madre. El famoso ‘Ahí’ de Miguel Mejía Barón, Mario Velarde y Bora Milutinovic. Lo que nos identificó como equipo en otras épocas. La presión tras pérdida. Ése es el reflejo de la garra de Pumas. ¿La espera ha valido la pena? Sin ninguna duda. Yo vine a Pumas de las Ligas Amateurs de la Ciudad de México, precisamente con un sueño. Sabía que Pumas era la institución que me iba a dar esa posibilidad, porque era su política. Así estaba diseñada la estructura del equipo. En el primer partido que me puse la camiseta, me fracturaron la tibia. Al siguiente año, me seleccionaron para hacer pretemporada, pero no me quedé. Jugué en la Segunda División y al tercer año la coyuntura del torneo Prode nos favoreció a varios. Ahí empezó todo. Y hoy como técnico, ¿identifica cuando un jugador está hecho para el club? El tiempo ha pasado. Eso sucedía claramente en los 80. Había una cabeza maestra que era el ingeniero Aguilar Álvarez, que tenía una visión completa de todos los entornos. Podía ver con mucha claridad quién podía y quién no. En la historia de Pumas, el paradigma ha variado por alguna razón. A veces, por los resultados; otras, porque se priorizó la inmediatez y no los proyectos a mediano plazo. Esta directiva tiene la intención de devolver ese paradigma que identificó a Pumas y que lo hizo grande. Sin competencia interna… La ambición se muere. Se acomoda el equipo y el nivel general baja. La competencia interna es una clave fundamental para el crecimiento de un equipo grande. ¿La vida sigue después de Pumas? Yo estuve aquí como jugador desde 1983 hasta 1993, cumpliendo con aquel paradigma que te contaba. Llegué a la Selección Nacional, me retiré, estuve fuera del futbol para prepararme como entrenador. Pasé por fuerzas básicas, en Santos y el Morelia. Por eso sí me puedo imaginar la vida fuera de Pumas. Pero yo sabía que mi camino natural para yo llegar a donde yo quería llegar como entrenador era éste. Porque conozco los valores del equipo. Mi ilusión siempre fue ser parte de esa gente importante, que hizo que salieran jugadores como Claudio Suárez, Luis García, Beto García Aspe.... Yo los veía en la cancha y quise picar piedra. De repente me acercaban y otras me alejaban de la posibilidad de ser técnico. Pero yo me aferré y se dio en una circunstancia difícil, que había que tomar. ¿Era hoy o nunca? Era como tirar el último penalti. Y a pesar de la presión, yo quería hacerlo. Ver a Pumas en problemas de descenso es terrible. Tenemos una afición muy fiel, que conoce perfectamente nuestros valores y nos apoya a muerte. Una afición dura, que exige, pero a la que le duele cuando las cosas no van bien. Hemos tenido altibajos en resultados y situaciones, que han hecho que se tomen decisiones internas que no compaginan con la ideología del club. Pero podemos cambiarlo. A pesar de eso, ¿la grandeza de un equipo es incuestionable? Primero tendría que identificar ese equipo qué fue lo que lo hizo grande. Pensar: ‘Bueno, soy un equipo grande, ¿pero por qué lo soy?’. Tengo que proteger mi identidad como equipo de este tamaño, siendo estable y teniendo buenos resultados. ¿Pumas campeón? Es un sueño. Vamos paso a paso.

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Por Alberto Aceves
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