México salta al terreno este viernes ante Panamá rumbo a Rusia 2018 en busca de anotar, pero también de erradicar de tribunas el clamor homofóbico que le han valido multas de la FIFA. Un desafío complicado de remontar con una sola jugada.
"#GritaMéxico#", es la campaña que lanza la Federación Mexicana de Fútbol para exhortar a la hinchada a contener el controvertido "¡Eeeehhh puto!" que retiembla cuando despeja el arquero rival.
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A cambio de lanzar "¡Eeeehhh México!", la Federación, que acumula 10 multas que rondan hasta 20.000 dólares por expresiones homofóbicas, promete destinar los recursos que ya reserva para rehabilitar escuelas y fomentar actividades físicas entre estudiantes.
El Diccionario del Español de México ofrece dos definiciones, ambas consideradas una "grosería", de "puto": "hombre homosexual" y "que es cobarde o miedoso".
El autor del Diccionario, el lingüista Luis Fernando Lara, duda que la campaña tenga un impacto inmediato dada la efervescencia de la tribuna. "Gritando '¡eeeehhh México!' no se insulta al portero, no lo amedrentan (...) Prohibir las palabras no resuelve la discriminación, hay que educar a la gente", dice.El grito habría surgido en 2000, cuando el portero del América Oswaldo Sánchez emigra al Guadalajara, su archirrival, enfureciendo a los americanistas que así lo amedrentaban cuando despejaba. Se extendió en la liga azteca llegando a los mundiales de Alemania 2006. Desde Brasil 2014, la polémica alcanzó un punto crítico con sanciones económicas, las últimas en julio tras enfrentarse México a Honduras y Estados Unidos en la eliminatoria Concacaf, y advertencias de la FIFA de escalar el castigo. Aficionados, e inicialmente la misma Federación, rechazaron que el polémico grito que resuena en los estadios sea una expresión homofóbica, pues la intención, dicen, es cohibir al portero, no hacer referencia a su preferencia sexual. Pero el estatal Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación la reprueba. Zanjó la polémica al denunciar que es una expresión homofóbica, y los directivos del fútbol empezaron a idear tácticas que conduzcan al cambio de mentalidades. Experto descarta que México pierda puntos por grito El insulto, así como su derivado "puñal", siguen siendo moneda común entre los insultos callejeros en México pese a que su capital fue la primera jurisdicción latinoamericana en aprobar, en 2006, las uniones del mismo sexo y el matrimonio en 2010, tendencia que han seguido otros estados y el poder judicial mexicano. Carlos López, activista por los derechos LGTB, sociólogo de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) e hincha de los Pumas universitarios, advierte que sí resiente el polémico grito porque convierte a una preferencia sexual en un insulto. "En el contexto de la tribuna, tiene la finalidad de agotar el sentido peyorativo de la palabra y trata de hacer menos al contrincante", señala López, asiduo visitante al estadio Olímpico Universitario. El debate sobre el uso de expresiones despectivas hacia los homosexuales escaló en 2013 a la Suprema Corte, que procesó una demanda surgida por una discusión entre dos periodistas: uno de ellos tildó de "maricón" y "puñal" a su colega. Tigres cumple campaña contra grito homofóbico El máximo tribunal determinó que "las expresiones homófobas" que buscan "inferir que la homosexualidad no es una opción sexual válida, sino una condición de inferioridad, constituyen manifestaciones discriminatorias". Pero puso límites: rechazó que el ofendido ameritara una indemnización económica por daño a su honor porque las expresiones se dieron en un debate periodístico. En 2016, la Federación lanzó "Abrazados por el fútbol" para combatir la homofobia y el racismo, pero con poco éxito, dice López, porque "quedó muy difusa, las autoridades del fútbol no señalan las cosas por su nombre". Espera mejores resultados de "#GritaMéxico#" porque apela al sentido nacionalista y es una iniciativa de clubes locales, como Tigres y América, que exhortan a su afición a el "eeeehhh" con el nombre del equipo. "Los cambios sociales no se dan por decreto", resume el sociólogo. AFP