En una experiencia inédita en un país donde el deporte madre es el fútbol, un pelotón de aficionados del club Cerro Porteño, uno de los más populares de Paraguay, construye su nuevo estadio en el corazón de Asunción.
Cuando se inaugure en septiembre, a un costo superior a los 15.000.000 de dólares, el coliseo futbolístico podrá albergar a 43.000 espectadores sentados y se convertirá en el más moderno en funcionamiento en Paraguay.
"Yo no quiero plata. Solo quiero que figure mi nombre como un hincha de Cerro que construyó su estadio", dice Rodrigo Millán, uno de los más veteranos del grupo de 70 integrantes de la hinchada organizada, seleccionados para construir la obra de este club que nació en 1912.
Juan Vera, otro de ellos, también remarca que no se alistó para trabajar por dinero sino "para servir a Cerro".
Ambos forman parte del equipo de albañiles de la mega construcción que se halla en su fase de terminación.
'Cerro, sos mi vida'
De repente se autoconvocan en la cancha, donde otros obreros alinean los pastos, y prestos entonan uno de sus estribillos: "Y el día que me muera, quiero que mi cajón se pinte de azulgrana, que alegría, olé olá!. "Cerro, sos mi vida, mi pasión, un sentimiento", cantan.
"Ellos trasmiten mucha alegría. Levantan el ánimo del personal y contagian su amor por la camiseta hasta a los obreros ordinarios", explica el arquitecto jefe de la obra, Alfredo Angulo.
El profesional dirige a más de 500 trabajadores distribuidos en todos los sectores del estadio.
"La Fundación Cerro Porteño, que se encarga de las divisiones menores, nos pidió que les demos cabida. Ellos no tenían ninguna preparación y planeamos un programa de inserción", explicó Angulo.
El arquitecto estuvo al frente de un equipo que capacitó a los hinchas y hoy muchos son ayudantes de albañil, encargados de seguridad, limpieza y hasta plantadores de pastos", señala Angulo.
El arquitecto conoce las instalaciones de niño. Su abuelo, Nicolás Angulo, y un tío, Gerónimo Angulo Gastón, fueron presidentes del club, en 1942-43 y 1972-74, respectivamente.
Con la consigna: "Un club construido por sus hinchas", la dirección del Cerro Porteño seleccionó a miembros activos de sus barras organizadas para entrenarlos y mandarlos a trabajar en esta experiencia única en el país.
Rompe paradigmas
Es un proyecto social "que busca romper un paradigma negativo que tiene la sociedad, muchas veces lapidaria, con respecto a las barras organizadas", remarca Fabián Bruzzone, gerente general del "Ciclón de barrio Obrero", como lo conocen, rebautizado "capital del sentimiento", por sus seguidores.
La sede de Cerro Porteño -club que ha conquistado 31 títulos de la primera división paraguaya- está distante a apenas 20 cuadras del centro de Asunción.
Vestidos con emblemas, camisetas, vinchas o muñequeras con los colores azulgranas que los distinguen, los hinchas de Cerro son protagonistas de la transformación de su coliseo en un establecimiento de primera en este país de siete millones de habitantes, de los cual dos millones son pobres.
La incorporación de los hinchas comenzó a partir de la prohibición de la Intendencia de Asunción a la permanencia en las calles de limpiavidrios y cuidacoches, la labor habitual de estos jóvenes de entre 18 y 32 años.
"Conozco muchísimos estadios en el mundo pero nunca uno así donde los hinchas forman parte de la construcción", subraya el delantero internacional Nelson Haedo Valdez, titular del plantel, que volvió a Paraguay tras una larga carrera por Alemania, España, Rusia, Grecia, Emiratos Árabes Unidos y Estados Unidos.
"Descubrimos que no son malos chicos. Son fanáticos, eso sí", comenta Angulo.
Sin violencia
Los duelos a golpes en las graderías y fuera de ellas se redujeron a cero entre las violentas barras "Comando" y "La Plaza".
"Aquí estamos de las dos barras. Nos conocimos en este trabajo. Ahora somos amigos", asegura Julio Agüero, vestido completamente con el distintivo azulgrana, la misma camiseta del Barcelona español y del San Lorenzo argentino.
La falta de experiencia laboral y la indisciplina les hace cometer faltas. Las llegadas tardías están a la orden del día, subrayan los jefes de obras.
Pero Bruzzone dice sentir satisfacción al ver realizados los sueños de sus hinchas. "Estamos satisfechos de que el club de sus amores les dio una mano", afirma.
La obra se financia con la venta de palcos, 13 con vitrinas a nivel de césped con capacidad para 18 personas cada uno y 80 (palcos) a nivel superior, alquiler de salas de exposiciones, patios de comidas y shopping.
Cuenta con vestuarios calcados de los mejores coliseos de Europa, con monitoreo de cámaras de seguridad de alta tecnología, pantallas Led gigantes, uno de 16x9 metros, para observar el partido, y otro de 110 metros lineales por uno de ancho, para publicidad.
EFE