“Pollo frito”, nuestra mascota es un gallito de raza miniatura; es parte de la familia. Teníamos una parvada de 10 y un tlacuache se metió a casa y se los comió. El sobreviviente es “Pollo frito” y duerme dentro de casa. Este tipo de historias y el contacto con la naturaleza alimenta nuestro imaginario y es fuente de inspiración.
La música es un lenguaje de expresión; en ella hemos encontrado niveles de libertad muy amplios, que quizá en otras áreas de nuestra vida no. Mi hermano y yo, que integramos el proyecto artístico Valgur, nacimos y crecimos en un entorno zapoteca, en Juchitán; rodeados de música, palabras y gestos zapotecas.
Valgur nace en casa, en un entorno familiar; dos hermanos con sus guitarras y una computadora, a los 10 y 12 años. Desde entonces comenzamos a grabar demos y a experimentar. Yo, Elizabeth, en la composición, mi hermano Hugo, en la producción musical. Considero que nos complementamos el uno al otro, por muy cursi que suene.
Vivimos en un entorno rural, desde aquí creamos historias a través de nuestras producciones: la familia, la comunidad, nuestras raíces y tradiciones son alimento para nuestra propuesta; también el contacto con el mundo, con las nuevas tendencias y la innovación. En Valgur establecemos diálogos y también gritos entre la tradición y la globalización.
Nos encontramos trabajando en un nuevo álbum, componiendo y grabando desde nuestro Juchitán. Me siento orientada e inspirada por el entorno de la vida sencilla, de la tierra en la que nací, pero también por los libros, películas y la música que consumo –y que he consumido a lo largo de mi vida, de manera consciente o inconsciente se refleja en mi trabajo–. Lo anterior lo comparto con mi hermano. Escritores como Natalia Toledo, Rosario Castellanos, Francisco Tario, Raymond Carver, Anton Chéjov, entre otros, han sido guías para las letras. Para la composición musical: Torre Fuerte, Karen Mantler, Fey, Ryuchi Sakamoto y Kenjiro Sakiya, la lista es larga.
Hace 10 años fui ganadora de la Beca María Grever para Composición de Música Popular Mexicana,que creó el Auditorio Nacional con la concurrencia de la SACM. Fue un incentivo enorme para mi carrera. Mejoró mi autoestima, me motivó a continuar con mis aspiraciones en la creación musical y los escenarios. Me sentí arropada por esas dos grandes instituciones de la música.
En Juchitán, Oaxaca, cada mujer vive una realidad diferente. Si bien, la mayoría somos fuertes y trabajadoras, el sistema patriarcal, como en la mayoría de los sitios de este país, sigue imperando. Muchas hacemos esfuerzos para escapar de ese sistema y caminar lentamente hacia un modelo de equidad; sin embargo, muchas otras, por diferentes razones, de manera voluntaria o involuntaria, lamentablemente siguen viviendo bajo ese esquema.
Por lo general, yo me aboco a la composición, selección de las temáticas, letras, mientras que Hugo, a la producción musical. Cada uno toma su espacio en este “proceso creativo”; pero cuando nos juntamos, sucede algo mágico.
Por Elizabeth Valdivieso
PAL