Un año de Cúpula

La pandemia nos enseñó a reinventarnos, generando nuevas herramientas y estrategias de comunicación o explotando al máximo los recursos con los que cada proyecto contaba. En medio de esta situación de incertidumbre para todos, donde diariamente recibíamos noticias, a veces no tan adelantadoras, nuestra vida tenía que seguir a pesar de las circunstancias. 

Así, a través de diversas plataformas, la cultura y el arte se mantuvieron vivos estos meses; se realizaron conciertos y visitas guiadas virtuales a museos o recintos patrimoniales y grandes bancos de datos, documentos e imágenes, fueron abiertos al mundo.

Sin duda, la pandemia significó un momento para repensar en modelos autogestivos, creativos y transformadores. Pues uno de los aspectos positivos que esta crisis dejó, fue el hecho de abrir y proponer formas de creación y divulgación. En este sentido, los proyectos que han surgido pusieron de manifiesto las posibilidades de acercar todo tipo de manifestaciones artísticas a más personas, muchas veces de manera gratuita y sin tener que desplazarse.

Particularmente, esta crisis me llevó a pensar en proponer la generación de espacios y medios de promoción, divulgación y reflexión de las manifestaciones artísticas, pues el arte siempre ha servido para transformar nuestra forma de concebir la realidad, más en este contexto tan cambiante e incierto. 

La cultura como sector de actividad, es un área imprescindible para el bienestar social y para el desarrollo y avance de cualquier sociedad en aspectos que son menos tangibles, pero tan imprescindibles o más, que muchos otros sectores de actividad.

Fomentar las manifestaciones artísticas es esencial para soñar con nuevas realidades y, en última instancia, cambiar el mundo. Pienso en Frida Kahlo, quien hizo sus primeros autorretratos confinada en su cama recuperándose de aquel trágico accidente de autobús en el que su cuerpo resultó gravemente herido. Pienso también en las miles de formas en que los humanos confiamos en las representaciones artísticas para dar sentido a los cambios y las crisis. 

Consumir arte hoy en día es muy distinto de como ocurría incluso en el siglo pasado. Ahora es posible dar más eco a las obras y la transmisión de conocimiento se hace a niveles inimaginables. Por lo tanto, en esta época de cuarentena causada por una pandemia, sin duda, lleva a más consumo de arte o propicia su creación gracias a la disposición de tiempo. 

Precisamente durante los meses más caóticos de la pandemia, surgió en mí la inquietud de generar nuevas ideas, de plantear nuevos proyectos, de ir más allá… Fue así como esboce la idea de poder mostrar lo mejor de la cultura y el arte de nuestro país en un proyecto. Al principio no tenía muy claro como lo lograría, pero conforme fueron pasando los días, imaginé que está idea podría ser realidad a través de un suplemento cultural.

Si bien es cierto que los suplementos en México tienen sus antecedentes en los diarios nacidos en la segunda mitad del siglo XIX, donde escribieron personajes como Guillermo Prieto e Ignacio Ramírez; La revista Azul (1894) también repercutió en lo que después serían los suplementos, donde colaboraron figuras como Salvador Díaz Mirón, Rubén Darío y Amado Nervo. A lo largo del siglo XX, Fernando Benítez fue un personaje vital para el nacimiento, permanencia y trascendencia de dichas publicaciones; se distinguió por construir una serie de suplementos culturales que jugaron un papel fundamental en la arena pública e intelectual de nuestro país. Benítez siempre fue plural e incluyente y supo aglutinar a varios grupos, incluso generaciones, de personajes de la cultura mexicana; dio a conocer a muchos de aquellos protagonistas no nada más de las letras, sino también del cine, la música, la danza y las artes plásticas.

En conclusión, los suplementos en México han funcionado, según las voces de sus protagonistas y críticos, como tribuna desde donde se lanzan los nuevos escritores, como espacios de experimentación. Su existencia, en donde se han formado grandes figuras de la literatura y la plástica, como Carlos Fuentes, Carlos Monsiváis, Elena Poniatowska, Jorge Ibargüengoitia, José Luis Cuevas, Vicente Rojo, entre otros, cobra importancia porque también son enormes promotores de la cultura.

El arte llegará a donde tiene que llegar porque se crea con un fin, independientemente de los canales que se utilicen para lograrlo. Durante décadas, la incorporación de distintos medios y soportes nos ha enseñado que el fin del arte siempre se cumple: ser un vehículo de cambio, transforma el contexto y va a la par con el desarrollo de la sociedad. 

En este tenor, Cúpula ofrece un espacio al pensamiento y reflexión a través de sus textos, es también un medio para el intercambio de ideas y brinda además un acercamiento a los productos artísticos, estableciendo un diálogo entre los creadores, y entre éstos y los lectores. 

De igual forma, Cúpula contribuye a democratizar la cultura y el arte, pues a través de dicho canal se fomenta su difusión en la sociedad, ofreciendo una amplia variedad de temas, personajes y sucesos que en el futuro serán piezas importantes del inconsciente colectivo.

Hoy definiría que la esencia de Cúpula reside en ser un medio de revalorización y revelación de conocimiento e ideas, de actores y creadores que aportan una visión única a la cultura contemporánea mexicana. 

Agradezco infinitamente a El Heraldo de México y a la familia Mieres, en especial a Cristina Mieres y Franco Carreño por confiar en este proyecto que hoy cumple su primer aniversario. ¡Larga vida a Cúpula!

PAL