CÚPULA

Aztecas, mitos y realidades de la historia

Viena alberga una exposición que relata la vida e historia de los mexicas antes de la llegada de los conquistadores

CULTURA

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MÁSCARA. Ave con incrustaciones de mosaicos diminutos de jade y piedras. Foto: Stiftung Schloss Friedenstein Gotha.Créditos: Foto: Stiftung Schloss Friedenstein Gotha.

El Museo del Mundo, de Viena, presenta una importante exposición etnográfica titulada Los Aztecas. Se trata de un relato sobre la vida e historia de los mexicas antes de la llegada de los conquistadores. Con esta muestra se aborda el quinto centenario de la caída de Tenochtitlán y se retoma la controversia en torno a la Conquista, sus consecuencias para la historia de México, y sobre la vida de sus pobladores indígenas.

La presentación inicia con el origen. Según los estudiosos del mundo mesoamericano, los aztecas son los habitantes de Aztlán, un mítico lugar imposible de ubicar geográficamente.  Fueron uno de los grupos de habla náhuatl que migraron al altiplano central donde fundaron Tenochtitlán, pero no fueron los únicos en establecerse en el valle. Junto a ellos llegaron chalcas, colhuas, tepanecas, tlahuicas, tlaxcaltecas, xochimilcas, que fundaron sus altépetl, o ciudades, en las inmediaciones del lago de Texcoco. Tenochtitlán aglutinó a diversos grupos étnicos gobernados por los mexicas. Por tanto, según el historiador Federico Navarrete, es más correcto hablar del imperio mexica que del imperio de los aztecas.

A la llegada de los ibéricos, que tampoco eran españoles, pues no existía esa denominación cultural, se produjo el conflicto conocido como la Conquista, que en realidad fue una guerra entre indígenas de diferentes bandos, confrontación que Hernán Cortés explotó, pues él mismo carecía de la autorización del rey para lanzarse a la Conquista. Desde el primer momento, la resistencia indígena fue constante e imparable. Hoy persisten lenguas, tradiciones y formas de organización social indígena muy similares a las de hace cinco siglos. La Conquista bélica fue un fenómeno limitado: fue la conquista espiritual y el segundo mestizaje (el primero ocurrió entre mexicas y otras culturas mesoamericanas, según el historiador Christian Duverger) los hechos que modificaron la vida de los descendientes de Aztlán.

La confusión entre los vocablos azteca y mexica surgió en el siglo XVIII cuando los historiadores europeos utilizaron el término azteca para distinguir a los mexicanos de los habitantes de Tenochtitlán, a los que consideraron procedentes de Aztlán. La exposición retoma el término para referirse a una amplia variedad de habitantes del lago de Texcoco.  Según la leyenda, Tenochtitlán fue fundada alrededor de 1325 por dos indígenas, Tenoch y Mexic, que descubrieron sobre el lago un islote con el símbolo del águila y la serpiente. Desde la perspectiva histórica, ese acto fundacional es un mito metafórico más que un hecho histórico comprobable. Facsímiles del códice Mendocino y del Boturini consignan los lugares, hechos y momentos de la llegada de los mexicas al lago.  La serpiente y el águila, símbolos de la dualidad tierra-cielo, integran junto a las tunas, la alegoría de una cultura surgida de la lucha entre el bien y el mal.

El segundo núcleo explora la cultura: comienza con la alimentación a base del maíz, productos de la milpa y especies animales lacustres. Los habitantes de Tenochtitlán poseyeron conocimientos sobre el manejo hídrico, dado que las aguas del lago de Texcoco eran saladas, se acarreaba el líquido desde los manantiales circundantes por medio de acueductos.

Los mexicas fueron un pueblo imperialista de guerreros. Tenochtitlán fue el axis mundi donde se cruzaban las coordenadas cosmogónicas y militares del imperio, el Templo Mayor marcaba el centro. La movilidad social existía a través de la guerra: los soldados podrían ascender en la escala al capturar a sus enemigos para someterlos al sacrificio ritual. Las mujeres que morían en el parto eran consideradas guerreras y veneradas y las mujeres de otros pueblos eran tomadas como botín de guerra y subyugadas. 

Varias piezas del Museo del Templo Mayor, como el Mictlantecuhtli, Dios de la Muerte, atestiguan la capacidad estética de los artistas para dar forma a los símbolos. Elaboradas cajas de piedra labrada muestran los artículos de lujo que atesoraban: espejos de obsidiana pulida, plumas exóticas, cuentas de jade, pulseras y pendientes de oro. En estos artefactos está presente una mezcla zoomórfica y antropomórfica de elementos como corazones, garras, colmillos, ojos, plumas; su función era crear una interpretación de las propiedades y cualidades apreciadas por la religión. Son de interés dos piezas talladas en madera y recubiertas con mosaicos de jade y piedras de color, en las que se aprecia la efigie de un ave con pico largo y un felino con un tocado finamente elaborado, ambas del museo de antropología Copenhague, que con cinco museos más, aportaron piezas a la exhibición.  

La economía se basaba en el comercio, en mercados y el pago de tributos. Los mexicas establecieron una burocracia militar para el cobro de protección contra la violencia, que, de cualquier manera, algún día se cerniría sobre las poblaciones más débiles.  

El final está dedicado al papel de la cosmogonía en la construcción del futuro de los mexicas.  Un facsímil tridimensional de la Piedra de Sol funde de manera dinámica, hacía una pantalla de video, los dos calendarios: el religioso, de 260 días, y el civil, de 365; ambos coinciden cada 52 años. Esa fecha era considerada de importancia para la reanudación de un nuevo Sol o ciclo temporal. El mundo estaba dividido en cuatro esquinas que giran en torno al árbol central o eje. La función del ser humano era expresar su gratitud a los dioses para continuar la vida en los tres niveles de existencia: el cielo, la tierra y el inframundo.  

En la sala contigua se presenta el extraordinario penacho de Moctezuma II. Rodeado por obras simbólicas, la pieza representa nuevamente el axis mundi de los símbolos de la cultura mexica, heredada por los mexicanos:  la artesanía, con representaciones de la muerte en las calaveras; los textiles, aludiendo con sus formas geométricas el universo; la Virgen de Guadalupe, el principio femenino de la existencia, y las pinturas de castas, que hablan del sistema de razas, de exclusión e inclusión, de lo distinto en la matriz social del México contemporáneo.

Por José Manuel Springer

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