La 41 edición de la Feria Internacional del Libro de Oaxaca (FILO) inició con una petición: la de ayudar a devolver la voz al pueblo zapoteca de Teotitlán del Valle, Oaxaca. "Habíamos generaciones con vergüenza de hablar nuestro idioma, por muchos años nos cortaron la lengua. Necesitamos apoyo, apoyo especial y la posibilidad de revalorizar lo que somos como pueblo zapoteca", dijo Eva Melina Ruiz González, presidenta del comité del Centro Cultural y Comunitario de Teotitlán del Valle, el sitio elegido para arrancar en encuentro editorial.
Un año después del encierro al que obligó la pandemia del coronavirus, la FILO ha regresado a las calles y lo ha hecho volviendo a sus orígenes: este año el encuentro se realiza en diferentes sedes de la capital oaxaqueña, pero también en municipios aledaños como el pueblo textilero de Teotitlán.
En la inauguración, a la que asistió el gobernador Alejandro Murat Hinojosa, Melina Ruiz habló de la necesidad de su comunidad de narrarse en su propio idioma. Es necesario "abrir otra relación con la lectura, volver a narrarnos desde la dignidad, porque los pueblos indígenas todavía tenemos dignidad. (Teotitlán) se mantiene gracias a la oralidad, pero con ese deseo de aprender las letras".
Murat agradeció por "abrir la conversación" y anunció que en breve la casa de gobierno oaxaqueña se convertirá en la casa de las 16 lenguas oaxaqueñas.
En su oportunidad, la directora del encuentro Vania Reséndiz Cerna llamó a "entender la importancia de reactivar las actividades; volvamos a reconstruir las energías que dan las actividades presenciales".
En su edición 41 la FILO incluye la participación de 275 invitados, quienes protagonizan unas 250 actividades: 135 presenciales y 115 virtuales. Del 15 al 24 de octubre, la feria ofrece conferencias, presentaciones, conciertos, talleres y cine.
Tras la inauguración, el encuentro llevo a cabo, también en Teotitlán, la Cátedra Aura Estrada que este año estuvo a cargo de Kim Gordon y Rachel Kushner. En tanto, la séptima edición del Premio Aura Estrada fue entregado a la escritora peruana Natalia Sánchez Loayza, por su relato Sopa de perro, en dónde indaga sus orígenes frente a una política criminal de esterilización forzada.