En la concisión de las ideas, la escritora Lydia Davis consigue adentrar al lector en mundos fantásticos. Sus relatos, a veces, no superan una frase y ésta es suficiente para ofrecer escenarios tan ilusorios como irónicos y, a la vez, reflexivos sobre la sociedad.
“Son cuentos cortos, pero no rápidos. Esto significa que los escribo cuidando que las historias funcionen, que expresen algo, no sólo ideas aisladas”, afirma la autora en entrevista a propósito de Ciento cincuenta cuentos cortos, una compilación de sus textos que publicó bajo el sello Almadia.
Para la también traductora y profesora, el relato breve como género literario tiene muchas posibilidades de encontrar lectores en un presente en el que el tiempo parece valer más. Si bien ella escribe historias cortas desde 1979, mucho antes de la aparición de Twitter, reconoce que las redes sociales y la dinámica acelerada de la facilitan la lectura de sus cuentos.
“Es cierto que mis historias se ajustan a este contexto, pero yo empecé mucho antes, claro que me gusta cómo fluyen, porque la gente me pregunta si uso Twitter y no. Entiendo esta manera de leer acelerada, aunque yo no escribo así”, señala la ganadora del Man Booker Internacional Prize 2013.
Los relatos de Davis llevan una dosis de humor, no del que se burla del otro, sino del que pone a pensar. Una ironía, afirma la escritora, impresa en su propia vida, en su entorno social. Así, aun cuando escribe sobre una desgracia familiar o del vecindario, hay un toque de gracia que facilita la comprensión de las historias.
La propia Davis confiesa que su literatura es una suerte de puerta abierta a mundos ilusorios. Un poco más, dice, en los cuentos antiguos que datan de los años 80, donde tenía influencia fuerte de Kafka y Charles Dickens; mientras que en los relatos recientes la fantasía es sólo un ingrediente para reflexionar.
“A veces escribo de lo que leí en un periódico hace mucho, otras veces de la relación con mi familia; realmente son relatos que vienen de mi entorno, de la observación de mi misma, en este libro hay historias incluso de animales”, precisa.
La compilación, traducida por Mauricio Montiel Figueiras, funciona como una línea del tiempo. Reúne relatos escritos en 1986, los primeros años de profesión, y pasa por la década de los 90 y 2000, hasta la actualidad con una serie de cuentos inéditos. En este recorrido, la autora reconoce una evolución en su narrativa al ser más precisa y directa.
Por Sonia Ávila
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