Después de la Gran Depresión económica en Estados Unidos a finales de la década de los 20 del siglo XX, los artistas estadounidenses dejaron de mirar a Europa como modelo de vanguardia. Su atención se centró en México.
En los tres grandes: Diego Rivera, David Alfaro Siqueiros y José Clemente Orozco, quienes imprimieron de sentido social a la pintura mural y el carácter experimental de la plástica moderna.
Los muralistas, como representantes de una generación de creadores posrevolucionarios, influyeron de manera sísmica en la estética del país del norte, al grado de marcar una nueva tendencia. Si hoy existen murales en Estados Unidos y pintura de temas sociales es por la presencia de los mexicanos.
Así lo afirman las historiadoras Barbara Haskell y Marcela Guerrero, quienes encuentran relaciones estéticas y fraternales entre ambos países, en un momento en que se entendió el arte como un ancla para conectar con la sociedad fracturada.
Existía pintura mural en EU antes de la llegada de los mexicanos, pero no eran murales que se conectaran con las personas, tenían temas más abstractos y no hacían impacto. Fue a partir de la llegada de los mexicanos que se hicieron obras que tuvieron mayor resonancia, el impacto es absoluto”, explica Haskell.
Con dos centenares de obras de pintores mexicanos y estadounidenses, las curadoras exponen su propuesta en el Whitney Museum of American Art de Nueva York, con el título Vida Americana: los muralistas mexicanos rehacen el arte estadounidense, 1925-1945. Exhibición que reconoce la influencia del arte mexicano en creadores internacionales, no como una alternativa europea, sino como la corriente pictórica de mayor relevancia aún sobre la Escuela de París.
Haskell detalla que, a partir de las décadas de los 30 y 40, una generación de artistas mexicanos llegó a EU con invitaciones a realizar murales. Su presencia se extendió al establecer vínculos con Jackson Pollock, Thomas Hart Benton, Aaron Douglas, Marion Greenwood, William Gropper, Harold Lehman, Ben Shahn, Thelma Johnson Streat, Charles White, entre otros.
Los estadounidenses abandonaron el arte abstracto para imitar formas, figuras, narrativas y técnicas, con la intención de “conectar con la sociedad”.
En el discurso curatorial, estas relaciones se notan en casos como la obra de Jacob Lawrence, quien toma del mural “Prometeo” de Orozco, realizado en 1930 en California, la narrativa de lucha social para su serie Migración.
También el caso de Jackson Pollock quien se apropia de la técnica del accidente controlado de Siqueiros. A ello se suman las políticas de Roosevelt para promover el muralismo en espacios públicos a la usanza de México.
“La principal influencia es la idea de ver el arte con un papel social, algo que para la sociedad de EU tuvo mucha resonancia, ya que los artistas antes hacían un arte que se quedaba al margen de la idea social”, refirió.
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POR SONIA ÁVILA
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