“Siempre me han gustado los transgéneros”, lanza Luis Felipe Fabre (Ciudad de México, 1974) para explicar el salto que dio de la poesía a la narrativa. Hace unos meses publicó su primera novela Declaración de las canciones oscuras, que le mereció el 12 Premio Iberoamericano de Novela Elena Poniatowska. Se trata, afirma, de un experimento con el lenguaje narrativo.
“Esto es una novela entorno a la poesía; la lírica sigue siendo una de mis pasiones, pero la narrativa me da herramientas distintas para observarla y trabajar y, al mismo tiempo, llega a lectores distintos”, afirma.
El relato narra cuando el cadáver del fray Juan de la Cruz llega a Segovia, España, luego de ser “carne de carroña” entre los feligreses, quienes en voz de la fe intentan comer, literal, el cuerpo del religioso. Una anécdota no de ficción, sino que el autor rescató de las crónicas de los escribanos del siglo XVI.
Fabre recrea el momento en que el cuerpo del fray por fin es llevado a su morada final después de un año de peregrinaje, pero al momento de exhumarlo, gente de la Iglesia lo encuentra “incorrupto” y se produce un conflicto entre el fervor religioso y civiles que acusan de canibalismo.
Para recrear la historia, Fabre se vale de la picardía del lenguaje para llevar al lector a un momento histórico poco creíble. Pero al tiempo de la ironía, hay un ritmo que es herencia de su poesía, lo que convirtió la novela en una suerte de relato lírico. Es la transgresión de los géneros, dice.
“Mi poesía tiene mucha narrativa, claro la manera de escribir es distinta. La narrativa es un poco más amable con lo que uno cuenta. Por otra parte, me gusta pensar estos libros como caballos de Troya, van en la colección de novela, pero tienen la poesía escondida”
El religioso es considerado el mayor poeta español del siglo de Oro, condición que impone a Fabre, por lo que no encontró otra forma de acercarse más que a través de la novela.
El jurado del premio, integrado por Kyra Galván, Verónica Gerber Bicecci, Cristina Rivera Garza, Armando González Torres y Philippe Ollé-Laprune, describieron la novela como “una historia que envuelve al lector en una atmósfera lúgubre situada en el siglo XVI”.
POR SONIA ÁVILA
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